Accidente

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La enemistad entre Sirius y Severus era bien conocida en todo Hogwarts, y cada encuentro siempre brindaba una oportunidad para lanzar insultos y maldiciones. El día de hoy no fue una excepción; se encontraban peleando en los pasadizos.

—Quejicus, me arruinas el día. No quiero ver tu fea cara —dijo Black .

Severus, con una mirada de desprecio, respondió: —Haznos un favor, Black, y lárgate tú y tu asquerosa cara de mi vista.

Los demás estudiantes se apartaban para darles espacio, ya que estaban acostumbrados a presenciar las peleas entre estos dos magos.

—Que mi cara te asquea, eso ni tú te lo crees. Esta cara ha sido esculpida por los mismos ángeles.

—Malos esculpiendo, claramente.

—¡Tú! —Sirius se acercó a Severus con enojo, y Severus retrocedía mientras sacaba su varita.

La serpiente era pequeña y delgada; no tenía oportunidad en una intimidación física. Aunque con la varita le ganaba a Sirius.

—¿Qué pasa, animal? ¿Solo puedes defenderte con puños?

Sirius y Severus continuaron intercambiando insultos, sin percatarse de la llegada de la profesora McGonagall.

—¡Es suficiente! —gritó la profesora, su voz resonando por los pasadizos.

Ambos magos se detuvieron en seco, mirándome con una mezcla de desafío y resentimiento.

—¿Acaso no se cansan de esto? —continuó McGonagall con exasperación—. No puedo tolerar más de sus peleas. Como castigo, limpiarán los baños del tercer piso.

Un murmullo de descontento se propagó entre los estudiantes, pero Sirius y Severus asintieron.

La profesora los guió hacia los baños, entregándoles escobas y cubos antes de confiscar sus varitas con un gesto decidido antes de retirarse con un suspiro. La tensión en el aire era palpable mientras se preparaban para la tarea.

Severus comenzó a limpiar mientras Sirius se sentaba a un lado sin hacer nada.

— ¿Esperas que haga todo? —dijo Severus, su voz cargada de sarcasmo.

— ¿Limpiar baños? ¡Soy demasiado fino para esto! —se quejó Sirius, mirando con disgusto la escoba y el cubo de agua.

Severus, con una sonrisa maliciosa, contraatacó: —Si eres un perro pulgoso.

La atmósfera se volvió aún más tensa con cada minuto que pasaba. Sirius se negaba a cooperar,Severus, agotado de su obstinación, arremetió lanzándole un cubo de agua sucia con un gesto de desdén.La reacción de Sirius fue instantánea; se levantó, empapado y furioso, con la intención de golpearle . La sorpresa en el rostro de Sirius se convirtió en ira, y justo cuando estaba a punto de contraatacar, resbaló en el agua del suelo. Ambos magos cayeron al suelo, golpeándose las cabezas y el piso en un estruendoso choque.

Severus Snape abrió los ojos con una punzada en la cabeza, sintiendo el frío mármol de la enfermería bajo su espalda

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Severus Snape abrió los ojos con una punzada en la cabeza, sintiendo el frío mármol de la enfermería bajo su espalda. Al principio, todo estaba borroso, pero a medida que su visión se aclaraba, vio tres rostros sonrientes que se inclinaban sobre él. James Potter, Remus Lupin y Peter Pettigrew.

— ¡Hey, compadre! ¿Cómo te sientes? —exclamó James, con una sonrisa genuina que rara vez mostraba en la realidad.

— ¡Vaya, amigo, que bueno que estes bien! —añadió Remus con una risa amistosa.

Peter, siempre un poco más reservado, asintió con una sonrisa amable.

Severus parpadeó, confundido. Los gestos amigables de los que consideraba sus peores enemigos eran completamente desconcertantes.

— ¿Qué está pasando? —murmuró Severus, llevándose una mano a la cabeza.

— Tranquilo, amigo, estás en la enfermería. Parece que tuviste un pequeño percance con Quejicus —explicó James, sosteniendo un espejo frente a él.

Severus, aún aturdido, miró su reflejo y se congeló. No era su rostro habitual ; en cambio, se encontraba mirando la expresión burlona y desafiante de Sirius Black.

— ¿Qué... qué demonios? —balbuceó Severus, tocando su propio rostro de manera incrédula.

— ¿Qué te pasa, Sirius? ¿No te gusta tu bello rostro?—bromeó Remus.

La confusión y la incredulidad invadieron la mente de Severus. Miró a James, a Remus, a Peter, y todos le devolvieron la mirada con una amistad genuina.

— ¿Es esto algún tipo de broma cruel? —preguntó Severus, esperando que alguien lo despierte de lo que creía que era un sueño absurdo.

— No es ninguna broma, Sirius. Solo descansa, y estarás bien. —dijo James, colocando el espejo en la mesita de noche.

Mientras Severus intentaba procesar la extraña situación, James le dio una palmada en el hombro y le dijo:

— ¡Recupérate pronto, compadre! No quiero estar sin ti en las clases.

Severus los observó marcharse, aún sin comprender del todo lo que acababa de suceder. La enfermería estaba en silencio, y mientras cerraba los ojos para descansar, la idea de que todo había sido un sueño extraño seguía rondando en su mente.


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