+3: Chicos

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Lo primero que me hizo despertar fue el dolor de espalda que tenía, más un chinchón en la cabeza. En algún lugar de la Tierra, a lo lejos, escuchaba como si se tratase de una pésima conexión telefónica. Parecían zumbidos. Con el pasar de los segundos, esos ruidos molestos se fueron tornando en murmullos. La primera voz que reconocí fue la de Zelo.

—¿Está despierta? ¿Estará bien?

Su voz seguía siendo inentendible a mi oídos. Forcejé para moverme. No podía. Estaba muy adolorida. De repente, escuché otra voz.

—Cállate, fue tu culpa de todas maneras.

Era la voz de Taemin.

—Bueno, pero ella me lo pidió.

—¡Dije que te calles!

Las voces se hicieron más claras. Fue ahí donde me di cuenta que ya había tratado de abrir mis ojos. En el preciso momento en que lo hice, ese espinazo me volvió a atacar y el dolor de cabeza se multiplico por mil. Con dificultad, logré llevar mi mano hasta la cabeza, apretando bien cerrado mis ojos mientras solté un gruñido.

—¡Hermana! –gritó Zelo al verme despierta. Se quedó suspendido con los brazos abiertos, pues Taemin lo cogió por el cuello para que se detuviese. Sus talones volvieron a tocar suelo.

—¿Qué sucedió? —pregunté aún atontada por el golpe. Taemin ni si quiera se contuvo la respuesta.

—Zelo te hizo desmayar con sus tonteras y fuiste a caer directo contra la esquina de la cama.

Asentí avergonzada al recordar vagamente la demostración sangrienta de Zelo. Eso explica claramente el dolor. Intenté ver si el chinchón se había tornado ena protuberancia, pero no había nada. Solo un pequeño lugar que me ardía al contacto que hizo con mis dedos. Mis dedos volvieron a pasar por ahí y me estremecí.

—Eso se va a tornar en una contusión —murmuré agriamente ante el incidente.

—Zelo, encárgate de ella. No quiero escuchar sus gimoteos por horas.

Lo miré con odio cuando dijo eso, pero él ya estaba saliendo del cuarto. Suspiré amargamente. Zelo y yo nos quedamos en silencio por unos minutos hasta que me recuperé por completo.

—¿Te sientes mejor? —su vocecilla me interrumpió de pensamientos mientras recostaba mi cabeza de vuelta a la plana superficie de la cama. No había almohada.

—Tal vez —repliqué adolorida. No estaba en el mejor humor. Tampoco quería lidiar con el tremendo dolor. Él se corrió hasta la cama, sentándose casi junto a mis piernas. Le di una sonrisa—. ¿Acaso soy la única humana aquí?

—El amo también es humano.

Hice una mueca al acordarme del tipo raro que conocí hace unas horas. Era un desgraciado por dejarme aquí encerrada.

—Difícilmente lo llamaría humano —susurré sin agrado al recordar nuestra pequeña conversación. Zelo resopló.

—Estoy feliz de que te haya dejado quedarte. Porque si no lo hubiera hecho, ya estarías muerta y nunca te hubiera conocido.

Una estúpida sonrisa de mamá o de hermana mayor apareció en mi rostro. Lo que dijo era un poco crudo, pero tierno. Al menos él hacía la situación más soportable. Era como si Zelo se hubiera convertido en mi niñera o cuidador personal. Lo que lo hacía un poco incómodo pues parecía tener unos quince años o algo así. Aunque su rostro resemblaba a un chico de doce años.


Todos los días, Zelo estaría ahí. Excepto cuando Taemin venía. Siempre lo botaría de su cuarto a ladridos. Sinceramente, estaba comenzando a detestarlo. No solamente era malcriado y violento, él prefería ignorarme. Se me estaba haciendo muy difícil convivir con él. Sobre todo por mi incondicional amor por la comunicación con otro ser viviente, sea humano o no. Chocábamos en ese aspecto porque él nunca me hablaba.

La Menta del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora