+4: Pared

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Aparentemente estamos aquí por una razón sin importar que el Coronel Junho se encuentre en la zona. He escuchado de él cuando comencé a ir a las prácticas de combate durante mi entrenamiento en estos casi 2 meses cumplidos en la milicia. Aunque nunca lo he visto en persona. Me dijeron que era un enano. Algunos rumores dicen que se vuelve como una fiera cuando le preguntan por su estatura. Simplemente no quiere aceptar el hecho de que es bajito.

Usualmente termina atacando a los que se atreven a menospreciarlo por su altura.

Con el fin de terminar lo que Dios sepa qué estamos haciendo, teníamos que lidiar con este completo creído, impostor que hablaba más mierda que una vieja drogada en pañales. El gran padre Leeteuk. Quiero decir, nada más escucha las estupideces que está hablando. Actúa como si fuera un santo cuando es un completo perdedor.

Mi padre era como él. En un cierto extenso: pensaba que era grande y poderoso. Sin mencionar el distinguido tumulto de gente que lo adoraba y besaba el piso sobre el que él caminaba. Odiaba a mi padre. Sé que suena como si le tuviese resentimiento, pero él mismo se hacía odiar, familia o no.

Hasta Taemin era más fácil de soportar.

Me había levantado temprano con Zelo. Juntos y en silencio, bajamos por unas largas escaleras. Pasando el lobby de la mansión, entramos por debajo de la escalera a una puerta media hogareña debido al vidrio y cortinas que tenía. Al pasar por la refrigeradora, mi estómago sonó. Lo más mísero que me han dado en toda mi estadía ha sido avena con agua. Y miren nada más, la cocina está repleta de comida en todas las alacenas, cajones y en especial, la refrigeradora.

—Puedes servirte lo que desees. No vayas a tocar esos envases, no más —me advirtió al meterse un pedazo de pan solo a la boca—. Son de Taemin.

—¿Taemin? ¿Él come? —Por más que mi pregunta suene ridícula, me creí lo de los cuatrocientos diecisiete años. Zelo solo asintió antes de desaparecer por la puerta. ¿A dónde se habrá ido?

Vuelva o no, tenía muchas cosas que hacer como atragantarme todo lo comestible. Y sí, incluyendo los envases de leche de su gran majestad. Rebusqué por todos los cajones, pero la mayoría estaban vacíos. Por fin, en una esquina, di con un cajón lleno de utensilios. Saqué una cucharita y la coloque sobre el counter de la cocina. Con un plato de pan con jamón y cereal en el otro, me las arreglé para sacar un pomito de leche de banana de la zona prohibida. Cerré la refri y me quedé parada en una de las esquinas usando el counter como soporte pues no había mesa.

  Cinco minutos después, el plato estaba impecable. No me pude contener y me comí el cereal sin la leche. Como eso era lo último que quedaba, me tomé mi bendito tiempo para disfrutarlo. Removí el sello de protección y llevé mis labios al pico de la botella.

—¡Hermana, no! —Zelo chilló desde la puerta de la cocina al verme tomar mi tercer sorbo. Parecía como si hubiera visto un fantasma.

—¿Y ahora qué? Ni que Taemin me fuera a moler a golpes -suspiré ante el miedo de Zelo. Él solo se quedó mirándome en silencio—. ¡Ay, vamos, Zelo! Taemin no está. No es como si le fuera instalar una cámara de seguridad a la refrigeradora por un par de pomos de leche de banana.

Alguien me arranchó la botella.

Gire sobre mi sitio.

—No. Pero creo que debería de hacerlo —Taemin estaba parado frente a mí, siendo mucho más alto que yo. Le llegaba al hombro. Le sonreí dando unos pasos ligeros hacía atrás—. ¿Quién te dio permiso para que tomes esto?

—T-taemin, ¡buenos días! —tartamudeé cuando él bajo la cabeza para estar a mi altura. Su rostro expresaba un odio puro. Su labio inferior temblaba mientras me mostraba sus dientes. Haga lo que haga, igual me mataría en ese momento—. ¡Te juro que ahorita lo acabo de abrir... para ti! ¿No querrás que se malogre, verdad?

El violento muchacho me miró dudoso por unos segundos. Se calmó un poco y se quedó erguido sobre su sitio con la leche en mano. Me miró y luego a su leche.

—¿Por qué debería creerte? De seguro has escupido dentro adrede —comentó con desdén al olfatear el contorno del pico de la botella ¡Qué exagerado!

—Para nada —le juré con una cara angelical. Taemin se quedó en silencio por unos cuantos segundos. Al final se lo tomó—. Está bien... Tal vez le di unos tres sorbos.

Sus ojos se tornaron como dos canicas blancas antes de escupir toda la leche en mi cara. Zelo se asustó y corrió a mi lado con una servilleta, pero en cuanto vio los ojos verdes-pasando-a-amarillos de Taemin, se fue corriendo fuera de la cocina ¡Traidor!

—¡Qué tú qué!

La Menta del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora