+2: EXTRA

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No sé qué demonios estaba sucediendo. Solo sabía que la cabeza me dolía como los mil demonios. Sentía que me habían envestido y me habían dejado paralitica. Cuando retomé la consciencia, escuchaba unas voces a lo lejos, las cuales me recordaban a una conversación muy familiar.

—¿Se pondrá bien? —dijo una voz juvenil. Creo que era Zelo.

—Cállate. Suficiente con que hayas hecho llorar a mi hija —rugió Taemin.

—Bueno, pensé que les había dicho de antemano —murmuró apenado.

—¡Cállate de una puta vez! —suplicó rabioso.

Recuerdo esta sensación a la perfección. Al abrir mis ojos, sus semblantes eran tan borrosos. En esta ocasión, me incorporé lentamente para evadir esos molestos espinazos que venían cada vez que me desmayaba como saco de patatas. Al menos la edad me había hecho más sabía. Una mano me sujetó del hombro y me ayudó a sentarme. La suave superficie del sofá se despegó de mi piel y un par de frías manos se pasearon por mi cabeza.

—¡____________! —chilló Zelo al notar que había vuelto de un largo sueño y una patética demostración de mi temor por la sangre. Al escucharlo llamarme nuevamente, recuperé mi vista.

—¡Muévete! —ladró Taemin, empujándolo con brusquedad.

Sus ojos dorados denotaron una suprema hostilidad que fue disminuyendo cuando nos vimos. Como era de esperarse, mi esposo leyó mi mente y me dijo:

—Estuvimos peleando y caíste sobre una de las macetas de la entrada de la impresión. Nos detuvimos para auxiliarte. Pensé que algo muy malo te había pasado. Mejor recuéstate que nuestra hija ya vuelve con un par de cremas para que no se torne en una fea contusión.

Asentí, recostándome sobre los almohadones decorativos. Es gracioso. Deseaba reírme. En aquel entonces, Taemin le hubiese ordenado a alguien que me cuidase. Odiaba cuando lloriqueaba por cualquier cosa. Ahora que era una mujer de edad, tomaba las cosas con calma y Taemin actuaba como un esposo cariñoso. Habíamos cambiado bastante.

—¿Qué haces aquí parado? Vete antes de que termine arrastrando tu cadáver por el asfalto. Si sabes lo que te conviene, no estarás rondando cerca —gruñó Taemin, tornando sus ojos en un oro puro. Miró sobre su hombro y le dedicó la mirada más vil que he visto desde la última misión que tuvimos por Drago.

Tal vez, algunas cosas jamás iban a cambiar. Zelo se marchó corriendo como si hubiese visto un demonio y se perdió por uno de los tantos pasadizos. Taemin se volvió hacia mí, suavizando su mirada. Sus ojos se tornaron verdes. Me tomó de la mano y se sentó sobre la alfombra, sin soltarme.

—¿No estás siendo muy duro con él? Zelo es un niño bueno —murmuré, frotándole la espalda—. Key ha estado con él y estoy segura que ha crecido en un chico muy tierno, trabajador y sano. Yo estaría más preocupada si hubiese caído en los brazos de un hombre como Minho. Después de todo, él fue como mi hermanito menor. Por más que ella no lo recuerde, jugaron juntos en nuestro jardín.

—No —replicó Taemin, cortante—. No quiero que sea Zelo.

Su mentón terminó sobre mi regazo y me abrazó de la cintura. Taemin también podía comportarse como un infante cuando estaba de mal humor. Agradezco que se haya estado abriendo con el pasar de los años. Ya no guardaba sus molestias como antes. Se había suavizado.

—¿Por qué?

Era una pregunta bastante simple, pero para Taemin, quien se demoró en responderme lo que pareció una eternidad, era muy importante. No siempre podía adivinar lo que pensaba. Cuando se ponía serio, era muy raro tener que presenciarlo. Luego de un buen rato, Taemin suspiró y me contestó:

—Porque también es... alguien como yo. Quiero que tenga una vida normal. No quiero que le quite la oportunidad de tener un romance con un muchacho común y corriente. Si al menos tú me aceptaste, sufriendo todo el camino, no quiero que ella pase por lo mismo.

—¿Y qué te hace pensar que nuestras vidas no son normales? —pregunté curiosa, retirando sus alborotados mechones de su rostro—. Sufrí, pero valió la pena. Eras un dolor inmenso de trasero. Odiaba que me tratases como un perro callejero, un tomate podrido o una media con hueco. Aunque cambiaste. Y yo también. Tenemos una familia, una vida común y corriente. Y parece que has olvidado que nuestros herederos no son del todo humanos.

El último comentario pareció sorprender a Taemin. Sus cejas se levantaron.

—¿Cómo podrías saberlo?

—Aunque no han demostrado qué pueden hacer, ¿no crees que (insertar nombre de hija) es muy buena en los negocios como Key? Tiene ese don de convencer a sus clientes, se desenvuelve muy bien en ese campo. Por sus notas, su inteligencia ha demostrado ser superior. ¡Y qué decir de (insertar nombre de hijo)! Por más que haya querido ser abogado, le va bien en los deportes. Recuerdo que podía levantar muebles con una mano como si le pesase una pluma.

Taemin se levantó, alarmado.

—¿Por qué nunca me dijiste eso? ¿Acaso esa es la razón por la cual no me insististe cuando te dije que me negaba a cambiar los muebles de la sala? Esa tarde, ya estaban todos puestos en su sitio.

Asentí.

—No di a luz a niños normales. También me parecía raro que se demoraran en desarrollarse. Cuando cumplieron la mayoría de edad, todavía parecían críos de doce años hasta que un mes, empezaron a crecer de un estirón. Lo que agradezco es que no haya salido con tu carácter. Los hubiera mandado en adopción porque solo necesito un loquillo en casa.

—¿Es mucho pedir que compartas esta importantísima información conmigo? —resopló Taemin.

—Supongo que nosotros los humanos, no podemos hacer mucho si somos imbéciles incompetentes, ¿no lo crees? —pregunté con sarcasmo, ofreciéndole una despiadada mueca.

—¿Hasta cuándo vas a seguir imitándome, __________? —me advirtió irritado—. Sabes que recién nos conocíamos en esa época y no te soportaba. Ahora es diferente.

—Ahora es diferente —chillé, imitándolo con una voz más aguda. Reí ante su mueca desaprobatoria—. ¡Vamos! Estoy bromeando. Sabes que te quiero.

Él se molestó y se sonrojó a la vez.

—Si no es porque eres mi esposa, te daría una paliza —murmuró, escondiendo su rubor al darme la espalda.

—Recuerdo que me amenazaste con romperme los huesos cuando me perdí una vez. ¿Qué clase de abusivo eras? Fue muy chistoso, imaginarte como el niño gordo y malo que se robaba los almuerzos de los demás. Y supe que por más que te pase un tráiler encima, no morirías.

Taemin se encogió de hombros y soltó una risita.

—¿De esa forma me veías? —preguntó con un mejor semblante al volverse hacia mí. Cogió una botella de leche de la mesita de café y la destapó—. La traje para calmar los nervios. Tus nervios. Pero ya que estás bien... —divagó llevándosela a los labios.

Se la arranché antes de que prosiguiera.

—¿Cuándo aprenderás a tomar de un vaso? La gente pensará que eres un cavernícola —me la llevé a los labios y le di un sorbo.

—¿Decías? ¿No que estabas en contra de tomarlo del pico de la botella?

—La gente cambia, Taemin —le aseguré, invitándole el resto.

Como si fuese la primera vez, compartimos un beso indirecto.

La Menta del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora