The apotheosis of Penelope Boothby (Johann Heinrich Füssli)

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Luego dijo Dios: 

"Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie". Y fue así.

E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.




El cumpleaños de Crowley cayó en miércoles. Le gustaba su cumpleaños, porque de pequeño había asociado aquel día con recibir noticias de su madre durante los primeros años tras ser abandonado trágicamente y recibir el don de la comedia en consecuencia a ello.

Según había crecido le gustaba celebrarlo con sus amigos. Solía juntarse con gente algo problemática, y era muy divertido salir con ellos. Aún tenía guardado un carnet falso de aquellos años, en el que se llamaba Megüstan Tuste Tazas, y era holandés.

El año anterior lo había celebrado con Belzebú, con comida del Domino's y una botella de ginebra. Había recibido un osito de peluche de parte de la seguridad social, posiblemente por algún error de administración, y juntos lo habían prendido fuego en el salón de la chica.

Pero aquel año su cumpleaños era importante por primera vez. Era uno de esos días que te cambian la vida. Cumplía dieciocho.

Había recibido la notificación de la cesión en la ayuda por manutención varias semanas atrás, y el aviso de que debía poner al día su papeleo. Crearse algo así como una cuenta del banco, y otras cosas de esas que no resultan muy rápidas de terminar. Lo llamaban "Planificación de la Transición", pero era su forma de decirle que no cualificaba para seguir recibiendo ayuda.

El martes le avisaron los tutores de que preparara la maleta. El miércoles le prestaron cincuenta libras y le pidieron amablemente que no volviera a molestar. Llevaba una mochila y una bolsa de basura. Con ambas tomó el autobús, mirando mal a quién mirase su improvisada maleta. Belzebú le esperaba en la parada.

Iba vestida con el uniforme de camarera, y estaba fumando con la vista en el suelo. Se miraron unos segundos cuando bajó, y sin decir nada, fueron juntos hasta el apartamento de la chica.

Compartía piso con un chico alto y con cierta semejanza a una lagartija. Pero este se iba a mudar con su novio lejos de allí, Crowley ocuparía su lugar cuando se fuera. De momento dormía en el sofá.

Aziraphele buscó por varios días el regalo perfecto. Era cierto que Crowley no quería celebrarlo, pero un regalo resulta siempre encantador en todos los sentidos.

Había surcado varias veces el barrio, de tienda en tienda, esperando encontrar algo lo suficientemente importante, pero de aspecto desinteresado, siendo guay de todas formas, pero sin dar vergüenza.

No quería comprar ropa, por qué no sabía si llegaba a entender el gusto de Crowley, y definitivamente un libro no era la mejor opción en su caso. Una taza era aburrida, un reloj de pulsera demasiado, las postales son simples, y cualquier clase de aparato tecnológico podría ser rechazado con cierta rabia. No podía regalarle música porqué era lo único que Crowley parecía coleccionar. Conocía el nombre de sus artistas favoritos, pero todos los discos les tenía ya, no necesitaba más. Comida posiblemente la terminarán compartiendo en el momento, y no quería hacer esa clase de regalos. Eran mayores para juguetes, y aunque Crowley tenía aspecto de disfrutar los legos, era un poco arriesgado de su parte especular.

Entonces se le ocurrió, tuvo la extraña idea, de que una planta podía resultar el regalo perfecto, y estéticamente no era un regalo de cumpleaños. Flores no, claro que no, eran demasiado compromisorias de su parte. Se decantó por un pequeño árbol, que el vendedor aseguró era fácil de cuidar en casa.

Cuando volvía a casa en el taxi, se preguntó qué clase de preocupaciones estaba sintiendo, y pensó en quedarse el pobre arbolito para si mismo en vez de pasar vergüenza. Pero quería demostrar de alguna manera que Crowley le importaba.

Crowley agradeció la planta. La tuvo en el salón por muchos meses, y cuando más adelante se mudó, la llevo a su nueva casa, colocándola en el dormitorio.

Al principio se hizo un poco el quejica. Le había pedido que no le diera importancia a su cumpleaños, y Aziraphele no escuchaba. Lo cierto es que no quería que le regalará nada para no tener que devolver el favor en su cumpleaños. Había temido que Aziraphele se dejará más dinero del que podía devolverle en un regalo, le avergonzaba profundamente.

De todas formas, se dejó llevar por su entusiasmo, y aceptó el árbol con cierta resiliencia. Se fueron a pasear juntos.

   -¿Qué vas a hacer ahora?-     preguntó Aziraphele en cierto momento. Habían estado hablando de series que se habían visto en conjunto o por separado, pero Aziraphele había aprovechado el único silencio para atacar.

   -¿Qué qué voy a hacer ahora? Yo qué se...-.

   -Te has mudado con Belzebú, luego tendrás que pagar el alquiler, ¿no?-.

   -¿Y tú qué sabes de pagar alquileres?-     respondió a la defensiva.

   -¿Y tú?-    Crowley bufó sin contestar    -¿Qué vas a hacer?-.

   -Buscare trabajo o algo...-     murmuró arrastrando los pies.

   -Sabes, ahora que lo dices...-.

   -Lo has dicho tú-     le ignoró.

   -Hace unas pocas semanas que mis padres buscan a un segundo dependiente para la librería, alguien inteligente y normal...-.

   -Ja, no entro en ninguna de esas dos categorías-.

   -No digas eso, eres muy inteligente-     protestó enfadado, Crowley no respondió, aún no se acostumbraba a que le alabarán alguna cualidad suya sin vergüenza     -Creo que si digo que eres compañero mío de la universidad, podrías tener alguna oportunidad-.

   -¿Quieres que trabaje en la librería?-     estaba confundido, ¿no era aquella misma librería que había intentado atracar tiempo atrás? Aziraphele no podía haberlo olvidado.

   -Sí, conmigo. No quiero tener que pasar todas las tardes con un extraño-     confesó     -¿Qué piensas?-.

   -Pienso que... No se lo que pienso-     respondió algo abrumado. Caminaron en silencio por el paseo. Crowley realmente lo pensó durante toda la tarde, y Aziraphele se arrepintió de decir nada, de abrir su bocota y molestar a Crowley.

Se compraron un polo de frutos rojos y un helado de vainilla, Aziraphele mordió la galleta del cucurucho, disociando completamente dentro de las miserias de su vida, cuando Crowley le dijo que sí, sí que lo haría.







Good angels_ GOOD OMENS _Ineffable Husbands_ (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora