Y la tierra estaba y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios: Haya , y hubo luz.
Y vio Dios que la luz era, y separó Dios la luz de las tinieblas.
Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana el primero.
Existe una librería en el centro de Londres.
Es tan antigua como puede serlo una librería, y forma parte de una larga tradición familiar que ha descendido románticamente por varios siglos. Ha sido reformada tres veces, una de ella para hacerse ver más antigua.
Tiene libros que valen igual a un apartamento en Candem, pero estos son escondidos en el fondo de los fondos, y no están a la venta salvo de algunos estudiosos muy selectos, o de coleccionistas con buenas herencias. Sin embargo, esto Crowley no lo sabía.
-¿De verdad crees que encontremos algo de valor... ahí?- preguntó Belzebú. Una chica no muy alta, de cabello oscuro y grasiento sin ningún esfuerzo. Nadie conocía su verdadero nombre, y nadie se atrevería a preguntar jamás por este. Tenía un arte para ser diferente entre la multitud. Solía ser la responsable de organizar los planes, pero en aquella ocasión Crowley había decidido tomar la iniciativa.
-Estoy seguro- respondió colocándose las gafas de sol. Crowley se consideraba un ser contemporáneo. Sabía como quería lucir, como quería vivir, solo le faltaba el dinero para ello. Trataba de ser original, pero sin destacar demasiado. Quería verse elegante, pero tampoco era su principal objetivo. Creía que las gafas de sol le hacían ver interesante, y siempre estaba jugando con ellas, quitándoselas y volviendo a ponérselas para dar dramatismo a sus palabras.
En realidad tenía un grado bastante alto de astigmatismo, y no veía demasiado bien. Sus gafas de sol estaban graduadas para que pudiera caminar sin chocarse contra las paredes.
Había conocido a Azirafel unas pocas semanas atrás, en el Peter Harrison Planetarium. Le gustaba ir a mirar las fotos, pero Azirafel llevaba un libro en la mano, y por cada constelación que miraba, veía las paginas de su amarillenta enciclopedia por más tiempo del necesario.
Crowley se había fijado en la etiqueta de su chaleco, y en los gemelos dorados que brillaban al caminar. Solo alguien muy prepotente se vestiría así, pensaba para si mismo. Solo alguien con mucho dinero se vestiría así.
Azirafel se colocó delante de la imagen que estaba contemplando Crowley de Alfa Centauri. La luz azul que transmitía la pantalla iluminó sus rizos rubios. Crowley le miró unos segundos en silencio, pero no dijo nada. No había notado su mirada. No le había notado allí.
No sabía su nombre, nada de él en realidad, pero por una afortunada coincidencia, cuando estaba por entrar a un pub del Soho aquella misma noche, le vio cerrando la librería junto a una mujer muy bien ataviada.
La mujer le esperaba en la acera, mirando impaciente. El chico guardó la llave en el bolsillo, colocándose con una sonrisa muy tierna las mangas de la camisa.
Vio oro en el medio del Soho, y solo tenía que confirmarlo.
-Voy a entrar- se levantó de la mesa donde estaban tomando un té. Belzebú se quedó sentada, y le miró cruzar la calle aburrida. Lo último que querría ella hacer en un día como aquél era entrar a una vieja librería.
Crowley acomodó el cuello de su cazadora y guardo las gafas de sol en el bolsillo de la chaqueta. No quería entrar llamando al atención.
La puerta advertía que alguien había entrado por un dulce sonidos de campanillas. Olía a libro viejo, puede que un poco a humedad, pero se veía un lugar presentable. Había algunas estatuas nada más entrar que podían valer algo, y candelabros. Parecían de muy buena calidad, aunque sin las gafas no lo podía asegurar.
El chico que había visto unos días atrás estaba sentado en el mostrador, leyendo. Le saludó con una ilusión natural. Crowley evitó su mirada, pero se aseguró de observarle con atención mientras paseaba entre las estanterías. Había cambiado de ropa, pero seguía teniendo un aire al siglo pasado que resultaba confuso.
Azirafel había crecido limpiando el polvo y ordenando libros. No recuerda si comenzó antes a hablar o a pasar el plumero, pero no le importa, pues es su deber. Es un buen chico. Con un gusto muy fino, algo anticuado, pero auténtico. Su madre esta muy orgullosa de él.
Podría decirse que vivía muy poco en este mundo para todo el tiempo que pasaba despierto. Poco atentó, sus padres decían que vivía en las nubes. Pero había visto entrar a Crowley. Era alto, de su edad, y con el cabello teñido de un rojo poco natural. Llevaba una chaqueta y unos pantalones de mezclilla negra. Parecía un callejero, como diría su padre. Simplemente, pensó Azirafel, es moderno.
Le vigiló discretamente durante el tiempo que se dedicó a deambular por la tienda, pero sin levantar la vista de The invisible life of Addie Larue. Crowley no disfrutaba leer, pero se acercó con un ejemplar de Drácula en la mano, uno antiguo de segunda mano, que estaba de rebajas, pero con una portada muy bonita, sin duda.
Azirafel sonrió al leer el titulo. Levantó la mirada para ver a Crowley, que se sentía muy acobardado por sus profundos ojos azules, pero no lo quería dejar ver. Sonrió con algo de nerviosismo, y pagó.
ESTÁS LEYENDO
Good angels_ GOOD OMENS _Ineffable Husbands_ (Español)
FanficAziraphele y Crowley no se conocieron de la mejor manera posible. Son muy diferentes, pero eso no les aleja entre si. Aziraphele es un chico estudioso, de buena familia, que disfruta de pequeños placeres auto-otorgados con la más divina felicidad. C...