E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas.
Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra,
y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
Y fue la tarde y la mañana del día cuarto.
Belcebú había acudido a la entrevista de trabajo en el último momento. La acababan de despedir de su trabajo en el supermercado, como reponedora, para meter a la sobrina de la jefa en su puesto.
Se había vuelto loca mientras recibía la noticia por email. Había estado trabajando casi cuatro años, los dos primeros en negro, sin seguridad social, sin pagar las horas extra, sin nada. Todo para ser reemplazada por una mocosa rubia consentida.
Entonces le soltaron el soplo de que La Casa de Campo buscaba camareros. No tenía nada que perder, y el sueldo era bastante bueno.
Allí se había encontrado con Gabriel por primera vez. Él llegaba, y amablemente había sujetado la puerta de la entrada para dejarla salir.
Belcebú le había mirado mientras pasaba, una mirada seria al pasar a su lado, viendo con curiosidad al chico alto y guapo que amablemente reforzaba los arcaísmos de género. Le había visto tragar saliva nervioso, pero sonriendo.
De ahí en adelante, debido a una serie de curiosas coincidencias, y el hecho de que Gabriel era el hijo del dueño de La Casa de Campo y tenía acceso a los archivos, habían ido coincidiendo en sus turnos. Gabriel simplemente aparecía dónde estaba ella, y terminó aceptando su oferta de salir un día.
Un café, dos o cuatro. Una cena allí o acá. Compartían un fuerte sentimiento de armonía, y aunque ninguno diría que era amor, pues era muy pronto, comenzaron a besarse desde el primer día.
Jamás un chico había tratado tan bien a Belcebú, y aunque Gabriel no era el más espabilado, pensó que ella podría arreglarlo.
Crowley estaba sin blanca. Había ido perdiendo poco a poco todos sus ahorros, y se estaba quedando sin dinero. No podía buscar un trabajo como Belcebú, porqué las reglas de la asistenta eran muy sencillas, y una de ellas suponía no trabajar.
Si trabajaba no necesitaba dinero del estado, y si no necesitaba dinero del estado, sus tutores no cobraban. Sin embargo, Crowley no veía ni un centavo de aquel dinero.
A veces trabajaba en negro. La mayoría de las veces realizaba algún pequeño trabajo, que le permitía costearse unos cuantos meses de buena vida. En unos pocos meses tendría que empezar a trabajar, y con los dieciocho se podía despedir de cualquier ayuda del estado de un día para otro. Aún tendría el bono joven en el metro, pero ese no era su punto.
Por eso robaba. Él no quería, no le gustaba, odiaba la adrenalina, prefería dormir. Una de sus actividades favorita era dormir, y lo disfrutaba siempre que podía.
Estaba durmiendo en su coche, en el parking de La Casa de Campo, cuando alguien comenzó a golpear su ventanilla. Crowley abrió los ojos molesto, sintiendo que le iba a explotar la cabeza.
-No puedes aparcar aquí- escuchó una voz muy molesta. Fuera seguían golpeando el cristal, y repetían que debía irse a otro lugar. Era una única persona, algo más joven que él.
-Qué cojones te pasa- abrió la puerta furioso. El tocapelotas se alejó unos pasos de su coche mientras Crowley salía, pero se recompuso rápidamente.
-Solo socios y empleados pueden aparcar aquí-.
-Resulta que soy casi empleado- dijo sarcástico, apretando los dientes molesto -Así que te puedes volver a tu chalet y dejarme en paz-.
-No eres empleado, no tienes la señal- Crowley respiró profundamente, mirando aquél molesto defensor de la franquicia. Casi no había más coches en el parking, así que no existía un problema real.
-Pero ¿quién cojones te crees?-.
-Soy la hija del jefe- dijo divertida -Puedes llamarme Miguel-.
-Mejor no te llamo y ya está- volvió al coche con desinterés, reclinándose en el asiento.
-¡No puedes quedarte aquí!-.
-¡Déjame en paz!-.
-Voy a llamar a la policía- Crowley volvió a salir del coche en un rápido movimiento.
-Escúchame...- pero su amenaza fue interrumpida.
-¿Miguel?- dijo desde detrás de ellos Azirafel, que sonreía contento -Gabriel te está buscando-.
-¿Qué quiere ahora ese pesado?-.
-No lo se, cosas de tu hermano- Gabriel y Miguel eran hermanos, entendió Crowley.
-Cuando vuelva no te quiero ver aquí- dijo amenazando a Crowley, girando sobre sus talones, muy dramático.
Crowley miró a Azirafel, que veía hacia Miguel nervioso. Llevaba un chaleco azul claro, y una mariconera de piel. Aquél día le recordó a un explorador de las películas clásicas. Como el chico de Atlantis si hubiera tenido un buen costurero.
-Espero que no le encuentre pronto- sacó de sus pensamientos a Crowley -Nadie la está buscando-.
-¿Le has mentido?- preguntó divertido -¿Por?-.
-Bueno, por ti- aquella frase logró dejarle sin palabras. No importaba si lo que decía después era importante o no, Crowley no podía escuchar, mientras un sentimiento muy raro le hacía querer huir de allí.
Se despidieron, le vio alejarse. Su corazón latía un poco más rápido. Cuando Belcebú salió del trabajo, y se montaron juntos al coche, sus pensamientos seguían puestos en Azirafel.
No era tanto por el por ti, no era importante, era una tontería. Era la forma en que lo había dicho, con las mejillas rosadas como siempre, y sonriendo. La forma de alargar la i, y la sonrisa. La sonrisa era muy importante.
No era la sonrisa, no podía serlo. Era la forma en que hablaba de lo que le gustaba, y su amabilidad innata, casi petulante, que le gustaba. Era la pasión. Estaba tan lleno de vida, brillaba con una luz propia cegadora, ardiendo como el sol.
Era Azirafel.
Y no podía dejar de pensar en él.
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Good angels_ GOOD OMENS _Ineffable Husbands_ (Español)
FanfictionAziraphele y Crowley no se conocieron de la mejor manera posible. Son muy diferentes, pero eso no les aleja entre si. Aziraphele es un chico estudioso, de buena familia, que disfruta de pequeños placeres auto-otorgados con la más divina felicidad. C...