Exchange

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Un silencio incómodo acompañó a ambos durante el trayecto en el ascensor, sin embargo Estienne observaba distraído cada rincón de los metales del elevador que subía a una velocidad que parecía eterna para Wriothesley, quién con su mirada perdida en la puerta del mismo se mordía el labio inferior nervioso y golpeaba su pie derecho en el suelo repetidas veces mostrando una rigidez nunca antes vista. A Estienne esto le resultó algo extraño ya que el Ilustrísimo Sr. Wriothesley siempre se mostró firme y relajado ante los acontecimientos y sobre todo frente a las visitas, pero ésta vez era el Juez Neuvillette quién los abordaba, y esa era otra historia.

Se abrió la puerta y caminaron a paso apresurado hacia la oficina sin emitir palabra alguna. Estienne solo se despidió haciendo una reverencia, Wriothesley por su parte soltó un "Gracias Estienne" y se dirigió hacia las escaleras y allí el celador lo perdió de vista; Thesley continuó su trayecto y a medida que se dispuso a subir, su corazón comenzó a latir de manera acelerada nuevamente. Otra vez esa extraña sensación que había sentido minutos antes cuando recibió aquella noticia tan gratificante pero a la vez abrumadora. Debía enfrentar la realidad de tener al Juez Supremo Neuvillette frente suyo luego de tantos años sin verle y además por petición propia. Pero no pensaba que iba a ser tan pronto que se apareciera, creyó que debía pelear más, y así se sintió pesado durante todo el trayecto que subió las escaleras hasta que por fin pudo dar con aquellos ojos rasgados que lo esperaban de pie delante de su propio escritorio con las manos posadas sobre el bastón, impoluto y completamente pulcro, sereno y con aquella tez tan tersa como la porcelana, que parecía que iba a quebrarse con tan solo mirarla.

—Bienvenido al fuerte Merópide Excelentísimo Señor Juez de la Corte de Fontaine —Wriothesley intentó parecer calmo ante Neuvillette, pero aunque su voz fuera firme su corazón continuó latiendo fuerte—.

—Agradezco tu invitación Señor Wriothesley —hizo un ademán con la cabeza—. Pero me temo que mi tiempo es limitado. Por lo que le solicitaría que nos ahorremos las formalidades y vayamos directo a lo que nos compete —el Alcaide tragó saliva algo nervioso y su semblante se volvió aún más serio. A decir verdad no esperaba esta actitud por parte de Neuvillette ni mucho menos que fuera tan descortés luego de que Sigewinne haya sido tan hospitalaria con él. Por lo que se armó de paciencia y suspiró, al parecer le esperaba un largo día con el Juez supremo de la corte de Fontaine y debía enseñarle unas cuantas cosillas de paso, más no sin embargo entendió por completo a qué se debía la actitud del juez por lo que decidió seguirle el juego—.

—Ya veo —miró a la enfermera que observaba la situación con una sonrisa—, Sigweinne, puedes continuar con tus tareas por lo pronto —el Alcaide le sonrió a la Melusina—.

—Está bien —esta misma salió dando pequeños saltos y antes de bajar las escaleras volteó a verlos—. ¡Cualquier cosa que necesiten no duden en llamarme!

—Gracias por la charla Sigewinne —sonrió el juez. La melusina cerró los ojos y comenzó a bajar las escaleras, sintiéndose el golpe de la puerta a su cierre—.

—Pues bien, ¿a qué se debe tanto misterio Neuvillette? 

—No soy yo el misterioso —Neuvillette continuó mostrando una actitud algo inquieta—, dado que escribió una carta desesperado solicitando ayuda, acudí.

—Y me imagino que quieres una explicación con lujo de detalles —el Alcaide comenzó a acercarse hacia la bodega—, ¿se te ofrece algo, además de explicaciones?

—Sí —soltó el juez en un tono aún más serio—, que deje de jugar Ilustrísimo Sr. Wriothesley.

—¿De jugar? —abrió la puerta de la bodega y sacó una caja con té de distintos sabores—, solo le ofrezco algo a mi invitado antes de que comencemos a trabajar. Asumo que estará cansado del viaje.

Lie me if you can ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora