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—Oye Neuvillette, podrías bajar a visitar a Wriothesley —suelta Furina y se acerca con una copa de agua. Yo me encuentro sentado en mi escritorio leyendo unos papeles a toda velocidad—.

—Debemos terminar esto pronto Furina, no podemos darnos el lujo de tomarnos días libres con este caso —miro a la Arconte y me sorprendo al notar que mi jefa me espera con una copa de agua. Sonrío ante tal acto de bondad—. Gracias por el gesto.

—No te pongas diplomático —la muchacha se sienta en el escritorio de piernas cruzadas y con su mano tapa los papeles que estoy leyendo—.

Arqueo las cejas y vuelvo a mirarla algo enfadado.

—De verdad que puedes ser molesta cuando te lo propones —me cruzo de brazos y luego me recargo sobre el respaldo del asiento—.

—Yo me encargo de todo, pero necesito que te tomes un día libre —dice Furina—. Hace tiempo que estás de un humor terrible. Ayer casi inundas la oficina, hace una semana está lloviendo, y no me digas que es por el mal clima, ya sé que es por tu culpa —suelta la arconte que también se cruza de brazos—.

Suspiro y cierro los ojos.

—Puede ser que esté un poco molesto, pero es porque no puedo creer que estos asesinos hayan matado a dos niños inocentes —expreso completamente consternado.

Furina se acerca y silencia mis labios con el dedo índice.

—Silencio, ya no quiero escucharte. Mañana irás a ver a Wriothesley, necesitas descansar —sentencia la Arconte y baja enseguida del escritorio—. Es mi última orden.

Respiro hondo nuevamente y luego me pongo de pie, me acerco al ventanal y comienzo a observar un poco la ciudad a través del vidrio.

La gente camina a toda prisa y los animales parecen tranquilos pese a que en el palacio Mermonia siempre hay alboroto. Las mujeres con sus vestidos ornamentales se lucen como si fuese una pasarela y los caballeros con sus sombreros elegantes y monóculos y sus trajes hechos a medida pasean a composé de las damiselas que hacen juego con el atardecer de la ciudad.

Todo aquello que no observo hace rato me hace dar cuenta de las sombrillas que cubren las gotas que caen encima de las vestimentas de aquellos ciudadanos. Al igual que las gotas que se escurren por el ventanal y que apenas pude percibir ya que estoy acostumbrándome al clima lluvioso.

Pues claro, mi humor infernal se desbordó a partir de aquella investigación del caso fatal en el cuál dos niños fueron encontrados sin vida en la orilla del lago a las afueras de la sede de Spina di Rosula. Por supuesto que la asociación está involucrada en el suceso ayudando con la investigación, sin embargo esto me pone de un humor terrible.

Y no me voy a engañar, ni a mi ni mucho menos a mi amiga y compañera Furina; extraño a Wriothesley, a quién vi por última vez hace unos meses cuando Furina decidió jugar con nosotros dos a la dama misteriosa, más bien, a la «Reclusa Fantasma».

Lie me if you can ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora