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BUCKY

En su habitación, Bucky tenía el cuerpo relajado y adormecido por el cansancio del nado, la soltura del masaje y el efecto del alcohol, pero todo era perfecto. Acostado en su cama, todavía podía sentir el suave vaivén del oleaje como si estuviera meciéndose en el colchón. Era placentero, tan placentero que no le costó imaginarlo una vez más.

Cuando cerró los ojos pudo verlo de nuevo. Steve estaba al otro lado de la mesa concentrado en su comida, y todavía podía recordar su rostro al probar los mariscos. Aquello le hizo sonreír. Haberle dicho lo del rompe colchón fue una jugada arriesgada que pudo haberlo arruinado todo, pero Steve le siguió el juego y eso fue más que suficiente para tenerlo feliz. Le habría encantado meterse entre sus piernas y hacerle el amor en aquel jacuzzi, en la sauna y cada rincón de la cabaña. Con esa sonrisa juguetona en sus labios, oyéndolo hablar de sexo con tanta confianza y ese aspecto de surfista de película. Bucky lo deseaba y quería sentirlo frotándose contra él, pero eso solo era un beneficio adicional.

Después, cuando lo recordó durmiendo plácidamente en aquella hamaca, el deseo de abrazarlo y dormir a su lado era tan fuerte como las ganas de hacerlo suyo. Casi era doloroso verlo allí durmiendo con ese aspecto tan vulnerable, y Bucky habría querido acurrucarse con él y dormir juntos con el sonido de las olas. Era tentador, incluso más que la visión de Steve desnudo gimiendo su nombre, y estaba completamente seguro de que su cuerpo era cálido y sus abrazos serían gentiles, aunque no podía saberlo en realidad. Era tan solo una idealización, por supuesto, porque la idea de dormir y despertar abrazado a un hombre como ese era algo que Bucky llevaba añorando durante años.

La sonrisa de Steve al otro lado de la tabla de surf era invaluable. Enrojecido por el sol, con el agua marina en su cabello y sus pestañas, sonriendo mientras hablaban de tonterías y riendo por alguna broma realmente mala que Bucky soltó con toda la intensión de hacerlo reír. Era precioso.

Una vida larga y tranquila, un amor sincero y estable. Despertar acurrucados, preparar el desayuno juntos, ver a los chicos convertirse en hombres, hacer del mundo un lugar mejor, preparar la cena en la noche y tal vez también hacer el amor en la cocina, o en la sala, en la habitación o en el baño, porque luego compartirían la cama, hablarían de sus días y dormirían abrazados. Podía imaginarse una vida así con Steve, todos los días por el resto de sus días.

Y era doloroso saber que todo se acabaría el domingo.

Cerró los ojos con fuerza y dejó salir un largo suspiro justo cuando tocaban a su puerta.

—Adelante.

Jason y Nathan entraron a su habitación.

Bucky abrió un perezoso ojo y los observó inquisitivo. Entraron demasiado callados y el silencio era algo impropio para los adolescentes, incluso en unos como ellos. Sus hijos eran demasiado parecidos y aun así tan distintos el uno del otro, tanto que a veces resultaba aterrador cuando se ponían de acuerdo en cualquier cosa que planeaban y que, con toda seguridad, lo involucrarían a él.

Tenían los ojos adormilados también, enrojecidos y acristalados.

Se sentaron en la cama y Bucky se irguió en cuanto los tuvo cerca.

—Parecen cansados —dijo, esperando que uno de los dos dijera algo.

—Pareces alegre —comentó Nathan.

—Aunque no tanto como antes de la cena —añadió Jason—. ¿Estás bien, pa?

—También estoy cansado.

—Oh, seguro que sí, eso de pasarte el día en un spa debe ser agotador —se mofó Nathan—. ¿Seguiste mi consejo?

Bucky frunció el ceño.

Finding a heart at the sea [STUCKY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora