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MINERVA

Me siento como nueva después de haber comido, vuelvo a tener la energía que necesito para afrontar este nuevo día.

Vamos camino a casa de mis padres, ya que necesito urgente una ducha, cambiarme de ropa y mantener una charla con ellos. Esa charla que debíamos haber tenido hace mucho tiempo, y que por algún motivo decidieron posponerlo tanto, y que a pesar de las intenciones de mi madre el día previo a mi cumpleaños, al final no pudimos tenerla.

Poco antes de llegar a mi casa, veo salir a mi amiga de la suya, corriendo en nuestra dirección y lanzándose a mis brazos como si lleváramos años sin vernos.

- ¿Se puede saber donde te has metido? Mine, no puedes desaparecer de esa manera sin avisar a nadie, nos hemos vuelto locos buscándote. Tus padres están muy preocupados... Aunque bueno, veo que estás muy bien acompañada.

Mi amiga se fija en Keinar, quien está detrás de mí, apenas a un paso, guardando mi espalda, como si tuviera miedo de que me vaya a pasar algo.

- ¿Algo que contarme?

Insiste mi amiga, levantando sus cejas un par de veces y poniendo su mirada de pervertida calenturienta, insinuando cosas que hace que directamente me ponga más roja que un tomate.

Al dios griego parece hacerle mucha gracia, ya que intenta disimular una sonrisa, sin mucho éxito. Gracias Cris...

- En realidad tengo mucho que contarte, pero ahora mismo necesito llegar a casa, ducharme y cambiarme de ropa. Te llamo a la noche y te pongo al día.

- Eso será si recuerdas que tienes un teléfono móvil para algo... Por cierto, tus padres hoy van a estar en casa del gran Alfa, esta mañana me ha contado tu madre que comerán allí, ya que deben hablar cosas importantes.

Keinar y yo nos miramos por unos segundos, entendiéndonos con la mirada.

Me despido de mi amiga, la cual no se ve muy convencida, pero no le queda más remedio, puesto que Keinar agarra mi mano llevándome casi a empujones hasta casa.

- Vamos a ir, ¿verdad?

- No tengo muchas ganas de encontrarme aún con mi padre, pero sí, es necesario que vayamos, es de ti, de lo nuestro, de lo que van a hablar, con lo cual debemos estar allí.

Muy a mi pesar, él tiene razón, la sorpresa que nos ha dado mi transformación es suficientemente importante, como para no dejar pasar ni un solo día más. Necesito ayuda, sé que Keinar va a estar a mi lado, pero aún y así creo que me merezco tener una conversación que hace tiempo teníamos que haber zanjado. Son muchas las que tengo que procesar y estoy segura de que tanto mis padres, como el suyo, tienen muchas cosas que contarme.

Llegamos a la casa, es un edifico muy acogedor. Tiene tres plantas, abajo hay un amplio salón comedor, tipo cocina americana, todo abierto, ya que en casa siempre nos ha gustado pasar tiempo juntos y como a mi madre le encanta cocinar, de esta manera no se queda sola. Hay una pequeña lavandería, el aseo para los invitados y una escalera para acceder tanto al piso de arriba, como al sótano.

En la planta de arriba es donde están los dormitorios, la primera puerta a la derecha es mi habitación, la que ha sido mi lugar de refugio durante mucho tiempo. Es una habitación mediana con las paredes pintadas en un precioso verde turquesa, una cama grande en el centro, una gran mesa de estudio, el armario empotrado y justo en frente la gran ventana que va desde el suelo hasta el techo.

En frente, se encuentra el baño que habitualmente utilizo, algo pequeño pero con lo justo y necesario. Un pequeño lavabo con su espejo grande y un armario debajo, una ducha y el aseo.

La puerta que sigue a la mía, es la habitación de invitados. Algo más pequeña, con una cama acorde a su tamaño, un armario empotrado y una ventana más pequeña que la mía. Normalmente, esta habitación la usamos de trastero, ya que no solemos recibir muchas visitas.

Y por último, al fondo del pasillo, queda de frente a las escaleras la habitación de mis padres. Es muy espaciosa, con su propio baño dentro, una gran cama y un armario lo suficientemente grande como para poder guardar las cosas de los dos cómodamente. Esta es la única habitación que tiene salida a un balcón.

El sótano es el único lugar al que apenas he bajado, tiene una puerta de entrada gruesa, con varios cierres de seguridad. Todas las casas disponen de uno similar, ya que en caso de que nuestro lado animal se descontrole por el motivo que sea, lo mejor es encerrarnos para no causar problemas.

- Siento terminar tan rápido con el tour de la casa, pero necesito urgentemente una ducha. Huelo a trapo sudado.

Keinar me dedica una sonrisa pícara acercándose demasiado a mí.

- Me gusta como hueles.

Su voz ronca y áspera hace que mi cuerpo reaccione. ¡Pero no! Debo ser fuerte ante la tentación.

- ¡Ah, no! ¡Quieto ahí! No te acerques. Te dije que no iba a ser tan fácil, te lo vas a tener que currar un poquito más, lobito...

Dicho esto, me giro rápidamente, huyendo de él, escuchando como ríe a carcajadas. Paro un momento queriendo grabar en mi mente su voz, que tanto genera en mí.

Mi loba se regodea en mi interior con ese sonido.

Es curioso como en menos de 24 h mi vida ha dado un giro de 180 grados, una persona que me generaba tanto desagrado, se ha convertido en mi eje por mucho que me cueste admitirlo y yo no quiera ponérselo fácil.

Hubiera sido fácil para él, como alfa, obligarme a aceptarlo, pero no. Me da mi espacio, me respeta, y eso hace que mi muro se vaya a la mierda tan rápidamente.

¿Esto es lo que hace el amor, o soy yo la única idiota a la que le pasa?


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