JUNGKOOK
Han pasado siete días desde que vi a Seokjin y se asustó. Lo entiendo. Lleva tiempo resolver tus sentimientos.
Por qué estabas mirando chicos sin intención. Cómo los chicos en la escuela hablan de las chicas, cuáles les gustan. Cómo los estudias, tratando de ver lo mismo. Entonces te das cuenta de que no tienes un tipo de chica porque las chicas no son tu tipo.
Viene con el miedo de ¿serás aceptado? ¿Qué dirá todo el mundo? ¿Te odiarán?
Por eso la gente esconde su sexualidad para vivir una vida 'normal'.
¿Qué demonios es 'normal'?
Caliente, macho alfa, el chico más hetero del instituto. El mismo tipo que me acosaba por ser gay, pero que no es hetero. La puta ironía de eso.
La gruesa línea de la polla de Seokjin en sus pantalones. El rubor que cubría sus mejillas y cuello. La forma en que sus pupilas estaban dilatadas, dejando solo un anillo de plata, todo era evidencia.
Sí, Seokjin estaba excitado, y por mucho que quisiera destruirlo, no quería presionarlo a algo para lo que no estaba preparado. Puede que nunca lo esté.
Es por eso que estoy mirando mi teléfono con el mensaje que he escrito para cancelar hoy.
—¿Estás bien? —Salto, dejó caer el teléfono y maldigo cuando Zane se apoya en la puerta, con los brazos sobre el pecho, la luz reflejándose en sus anillos de plata.
—Sí —Tomo el teléfono y vuelvo a mi boceto. Zane me ha pedido que dibuje una daga, pero que sea femenina.
Toma mi dibujo. —¿Es este?
—Sí.
Mide unos cinco centímetros de largo y tiene una intrincada empuñadura de oro, a la que he añadido todos los detalles posibles sin correr el riesgo de que se desvanezca en una pieza sólida dentro de unos años. He añadido un corazón de rubí cerca del final del mango. La hoja de acero termina en punta afilada, y parecerá real con el sombreado. La hoja y el mango están entrelazados con un tallo verde y espinas, además de dos rosas rojas. Los pétalos que caen y dos hojas lo rematan. Una tiene una gota de sangre colgando del borde.
Se me aprietan las tripas cuando se pasa la mano por la barbilla. Todas las dudas sobre mí mismo me inundan mientras sacude la cabeza, antes de que su boca se curve.
—Mierda, esto esta bien. Estoy orgulloso de ti.
Trago saliva y giro la cabeza mientras se me calienta la cara. Nadie más, aparte de mi padre, me ha dicho nunca eso. Quiero creerle, sin embargo, es casi como si un campo de fuerza me rodeara, impidiendo que entre lo bueno.
—Gracias —murmuró, frotándome el cuello.
Mi teléfono vibra. Aparece el número de Seokjin y dejo que salte el buzón de voz. Zane mira mi teléfono bailar por el escritorio, levantando su ceja perforada.
—¿Vas a contestar?
Me encojo de hombros.
Me mira un momento antes de cerrar la puerta y pregunta: —¿Qué ha hecho?
Como no contestó, Zane toma asiento en el lugar más alejado. Se inclina hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas.
—Te juro que no lo sabrá mi hermano. Algo me dice que necesitas a alguien que te ayude con esto.
—¿Y ese eres tú? —Intentó no sonreír mientras arqueo la ceja.
Sus labios se curvan mientras se relaja, una sonrisa arrogante que hace que Seokjin y él se parezcan tanto. —Pruébame.
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Ámame otra Vez
De TodoNuestra historia es una mentira, una relación construida sobre falsas promesas y sueños esperanzadores. Él es mi matón. Ansío vengarme. Al menos, eso es lo que sigo diciéndome para que mi plan tenga éxito. Necesito que el maldito Seokjin sea consumi...