CAPITULO 21

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SEOKJIN

—Papi —Me doy la vuelta y veo a mi hija corriendo hacia mí, sujetando con fuerza su manta rosa favorita entre sus diminutos y regordetes dedos. Me agacho y la tomo en brazos mientras mi hermano sonríe y camina hacia nosotros.

—Hola, mi pequeña abejita —Sonrío. Sus ojos plateados centellean. La única marca que Bea tiene de mí. Todo lo demás es Ashley, desde las pestañas oscuras hasta la boca rosa en forma de corazón. Bea es la doble de su madre, en aspecto. El pelo liso castaño oscuro le cae hasta los hombros y en su sonrisa hay un destello de picardía.

A Ash le habría encantado lo mucho que se parece nuestra hija a ella. Todas las noches nos despedimos de Ash y Jasper soplando besos a las estrellas.

Bea no entiende, tan solo tiene tres años, aunque he cumplido mi promesa y seguiré asegurándome de que nuestra hija lo sepa todo sobre su madre. Empecé una caja para ella, llena de cosas para recordar a Ash y Jasper, y su ropa de bebé.

Por mucho que se parezca a Ash, no es una chica femenina como su madre. No, a Bea no hay nada que le guste más que estar vestida con su mono de trabajo ayudándome en el garaje con el pelo recogido en coletas y la cara manchada de tierra. Le encantan las viejas canciones clásicas, mueve el trasero al son de todas las melodías y se dibuja en los brazos para ser como su tío Zany y su tía Wuby.

Bea es una niña salvaje y espero que nunca cambie.

—Gracias por lo de hoy —digo, mirando a Zane mientras se inclina a mi lado, sacándole la lengua a su sobrina.

—Sabes que nunca es un problema.

No sé qué habría hecho sin él o Ruby. Seguimos viviendo en casa de Zane. He aprobado el curso de mecánica y trabajo en el único taller de Hill View en treinta kilómetros a la redonda.

—¿Estás bien? —pregunta, observándome.

Dejo a Bea en el suelo. —Ve a ver lo que tengo en mi despacho —Ella sonríe y sale corriendo, sabiendo que hay bocadillos y sus juguetes.

—Hoy me han dado la noticia. La casa se pondrá a la venta dentro de unos días —El viejo Bill la tuvo después de que su padre la heredara. Murió la semana pasada sin hijos a los que dejársela, así que estaban vendiendo la herencia para su viuda, que quería mudarse al sur para estar más cerca de su hermana.

—Maldita sea, ¿y no te alcanza?

—No —Ganó un buen sueldo, pero, incluso con la venta de la casa de mis abuelos, está lejos de ser suficiente.

—Tengo...

—No, lo solucionaré —Lo detengo —. Solo significa que estaremos contigo un poco más.

Zane va a contestar, cuando un tipo aparece por la esquina. Mi mandíbula se aprieta mientras me pongo tenso, inseguro de si ha oído nuestra conversación. ¿Por qué demonios está Jeon Eric aquí?

Bea elige ese momento para salir corriendo del despacho. Se detiene al ver al nuevo visitante y una amplia sonrisa se apodera de su rostro, saludando con la mano.

—Soy Bea —Se anuncia con mucha más confianza de la que debería tener una niña de tres años.

Eric se agacha, haciéndome mover un paso. Sin saber lo que dirá y queriendo proteger a mi hija. Sus ojos se elevan hasta los míos y niega con la cabeza. Un entendimiento de padre a padre. No va a molestar a mi hija.

—Hola, soy Eric.

Hace girar un dedo en sus coletas y luego me señala. —Ese es mi papá. Él arregla coches y el tío Zany dibuja sobre la gente —dice, haciendo que mi hermano se ría entre dientes. Tengo que hablar con mi hija sobre el peligro de los desconocidos.

Ámame otra Vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora