SEOKJIN
Ato a Bea a la silla del coche, después de visitar a Zane y cerrar la puerta, apoyando la cabeza contra el frío metal, sintiéndome mental y físicamente agotado.
Zane tenía un aspecto horrible. Se notaba que la enfermedad se lo estaba comiendo por dentro. Parece pequeño en la cama del hospital, a diferencia del hermano que conozco, que era delgado y de músculos definidos. Tiene la cara estrecha y los ojos iguales a los míos, pero constantemente vidriosos por el dolor.
Quería estar allí cuando vinieran los médicos. El pronóstico era bueno. Seguía necesitando quimioterapia, sin embargo, no lo habían vencido. Esperan que se recupere por completo.
No puedo perder a Zane. Ha sido mi roca desde que descubrimos que éramos hermanos. Es mi maldito pegamento, y siento que me estoy despegando.
Exhalo un suspiro y bajo del coche mientras un escalofrío me recorre la espalda.
Me giro y quedo inmóvil, observando una figura que se mueve por la acera, con la cara oculta por la gente que pasa. Se me acelera el pulso al verlo.
Pelo negro azabache, peinado, chaqueta de cuero y pantalones ajustados con botas. Mis ojos lo siguen, e instintivamente doy un paso adelante, los dedos crispados junto a mi pierna como si quisieran alcanzarlo y tocarlo.
—Papá —La voz de Bea, procedente de la parte trasera del coche, me devuelve a la realidad. Escudriño a la multitud, una vez más, observando cómo atraviesa las puertas. Exhalo un suspiro y sacudo la cabeza, dejando que mis ojos se cierren durante unos segundos. Es imposible.
Abro la puerta de un tirón, agarro el volante con fuerza mientras el corazón me late con fuerza y las piernas me tiemblan para salir y correr tras la figura. Aprieto la mandíbula, cinco malditos años y sigo buscando su cara entre la multitud.
—Papá, ¿vamos a tomar helado ya?
Miro en el espejo el pelo oscuro de Bea con trenzas francesas, que tardé una semana en aprender viendo videos de cómo hacerlas. Ya no es el bebé diminuto que traje a casa, ni la niña pequeña. Tiene un poco de personalidad y se está convirtiendo en una niña pequeña, este año cumple cuatro años. Pronto empezará la guardería. Obligo a mis labios a curvarse.
—Sí, abejita, vamos —Puse la camioneta en marcha atrás, sacudiendo la cabeza. Era imposible que ese fuera Jungkook.
*******
—Me voy —dice Andrew mientras termino de guardar las últimas herramientas y tomo un trapo, frotando el aceite y la grasa.
—¿Aún no ha venido el tipo?
—No, dijo que llegaría a las seis. Parecía un buen tipo.
Miro el reloj y veo que son más de las seis.
—Me quedaré un rato —Andrew me saluda por encima del hombro mientras vuelvo a la oficina y oigo unos pies trotando detrás de mí.
—Hola, siento llegar tarde... —Se le escapan las palabras.
Se me aprieta el pecho y juro por Dios que se me para el corazón y corta la respiración. La voz es más grave, más arenosa, pero la conozco tanto como la mía propia.
No hay manera. Estoy congelado. No puedo girarme. No sé qué demonios hacer.
—Maldita sea —Una risa maldita cae detrás de mí, y giro ante el ruido.
Me encuentro cara a cara con el maldito Jeon Jungkook.
Sus ojos se abren de par en par, parpadeando lentamente como si estuviera convencido de que no era yo hasta ese mismo segundo.
ESTÁS LEYENDO
Ámame otra Vez
RandomNuestra historia es una mentira, una relación construida sobre falsas promesas y sueños esperanzadores. Él es mi matón. Ansío vengarme. Al menos, eso es lo que sigo diciéndome para que mi plan tenga éxito. Necesito que el maldito Seokjin sea consumi...