Capítulo 6

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—Nini, dilo

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—Nini, dilo. Tienes que decirlo.

—No.

—¡Vamos! Sabes que es verdad. Venga, repite conmigo: "Rinnie tenía razón".

—Y, ¿cómo sé que dices la verdad, eh? A lo mejor solo me estás mintiendo para que te dé la razón. Acabas de decir que Danielle Marsh estuvo en tu casa comiendo galletas caseras como si fuera una chica normal, eso no tiene ni pies ni cabeza.

—¡Pero es que es una chica normal!

Haerin resopló frustrada, no había forma de hacer cambiar de opinión a su testaruda mejor amiga.

—Además —habló de nuevo Hanni mientras terminaba de tragar un trozo de sandwich de pavo—, que se haya comportado mientras hacían un trabajo no quiere decir nada. ¿Sabes lo que me contaron el otro día? Dicen que le rompió un brazo a un tipo en los billares —susurra lo último acercándose a su amiga y mirando a los lados con cautela—. Te digo que esa alfa no es trigo limpio.

Haerin gruñó suavemente, no le gustaba que Hanni hablara así. Ella sabía que la mala fama precedía a Danielle, pero no creería ninguno de aquellos rumores hasta que la propia alfa o el supuesto chico al que le rompió el brazo se lo confirmasen.

Muy indignada, se levantó de la silla y cogió su bandeja del almuerzo.

─Juzgar a alguien sin conocerla no es de buenas personas, Hanni, y yo no puedo comerme mis natillas sentada en la misma mesa que alguien que no es una buena persona.─

Echó a andar con dignidad, dejando a un boquiabierto Hanni mirándole en su sitio. Barrió la cafetería con la mirada, aún no había terminado la hora del almuerzo y realmente tenía hambre, así que necesitaba un sitio para sentarse. Pensó en hacerlo junto a Kim Jiwon o Liz, era una beta muy simpática que siempre era amable con ella, pero, entonces, vio la mesa de la epidemia. Todos la llamaban así porque nadie se acercaba a ella, como si estuviera infectada por alguna clase de virus mortal, y el motivo, era que en esa mesa se sentaba Danielle Marsh. La alfa se sentaba con los brazos cruzados, con los auriculares aislándole del bullicio de la cafetería y con una bandeja de comida intacta frente a ella. Una idea fugaz pasó por la mente de Haerin, ¿qué pasaría si se sentase con ella? ¿Le diría que se marchara? No perdía nada por intentarlo.

Antes de que Haerin tuviera la oportunidad de llamar su atención, el dulce aroma de la omega golpeó a Danielle con fuerza tensando cada músculo de su cuerpo. Cerró los ojos, disfrutando de aquella esencia que se había convertido en su droga favorita, y no le dio tiempo a procesar la presencia de la omega junto a ella, mirando tímidamente sus blancas converse y mordiéndose el labio inferior. Rápidamente se quitó los auriculares.

intocable ⋆ daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora