❛❛Tras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción!
Danielle es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabello castaño y mejillas regordetas. ¿Será capaz de d...
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Danielle tuvo que esperar un angustioso día entero hasta poder volver a ver a Haerin. La omega llegó tarde a clase, arrastrando los pies, con la piel pálida y sin brillo, con los ojos tristes y profundas ojeras bajo estos. El olor de la tristeza era tan intenso que la temperatura del aula descendió un par de grados. Ni siquiera la profesora se atrevió a reclamarle por la tardanza, parecía estar a punto de quebrarse. Danielle quería pegarse un tiro por eso.
Haerin se había tomado dos supresores esa mañana y se había obligado a salir de la cama. Ella no era así, ella no dejaba que nada arruinara su buen humor, no importaba lo mucho que doliera ver a Danielle sentada en su sitio de siempre, con la vista clavada en su persona. Haerin y su orgullo malherido hicieron todo lo posible por ignorar a la alfa y a su delicioso olor que le evocaba dolorosos recuerdos de unas manos grandes recorriendo cada rincón de su cuerpo desnudo y haciéndole suspirar. Maldijo en voz baja, debía olvidarse de Danielle. No podía hacer nada si la alfa la había rechazado. Y volvió a maldecir, porque ella nunca maldecía.
Caminó hacia su mesa y se sentó al lado de Hanni, que la miró con preocupación.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó.
—Estoy bien.
Y sonrió, la sonrisa más rota del mundo. Hanni fingió creerle y ella suspiró agotada intentando poner algo de atención en la clase. No podía permitirse que sus notas bajaran, eso nunca. Aunque era verdaderamente difícil concentrarse cuando podía sentir la mirada de Danielle clavada en su nuca, casi como un contacto físico real.
Sabía que su aspecto no era el mejor, y que estaba llamando la atención de muchos a su alrededor. Incluso la señora Park, que normalmente tenía predilección por ella para hacer preguntas sobre la materia, había decidido darle su espacio, ignorándola durante toda la clase. Se lo agradeció mentalmente de todo corazón.
Danielle no podía apartar la mirada de la enmarañada cabellera que Haerin, estaba en tensión, forzándose a mirar la pizarra, ignorándola deliberadamente. Tenía que encontrar el momento justo para hablar con Haerin, para poder decirle que sentía haberse marchado, que la amaba y que nunca se iría de su lado, pero las manecillas del reloj parecía reírse de ella, moviéndose con una lentitud exasperante. Danielle nunca fue una buena alumna, pero aquel día ni siquiera fue consciente de qué asignaturas estaba teniendo. Ni siquiera se molestó en sacar los libros de la mochila, lo que fue algo bueno cuando sonó el timbre y solo tuvo que levantarse para dirigirse rápidamente hacia la omega.
Haerin no necesitó ver a Danielle para saber que se acercaba, su olor era intenso y podría reconocerlo a kilómetros de distancia, ahora más que nunca.
—Lo siento, Nini. Tengo prisa.
Sin esperar respuesta de su amiga, salió corriendo de la clase, en dirección a la cafetería.