Mírame Y Dispara - [Evan Peters]

Mírame Y Dispara - 1x18

(Plis escuchen la canción para sintonizar con el cap. Recomendación obligatoria jajajaj)

Llegamos a la cabaña y Evan me pone una venda en los ojos dentro del auto. Me sostiene en sus brazos hasta llegar a la cabaña y abre la puerta con cuidado para bajarme ya dentro. Me recordaba a una cabaña que teníamos en la que mamá siempre me contaba en invierno.

-Es precioso, gracias. -Digo con una sonrisa.

-Me alegra que te guste. Anda, toma tu sitio. -Dice.

Evan me mira sonriente y me cede la silla. Me siento y él comienza a servir la comida. Todo era comida italiana obra de Evan. Sonrío y él me sirve la copa de vino.

-No sabía de tus dotes de mesero. -Digo con una sonrisa.

Evan toma su sitio frente a mí al otro lado de la mesa y se lleva la copa a sus labios para probar el vino mirándome seductoramente.

Dios, me derrito con éste hombre.

-Hay tanto de mí que desconoces, doctora. Tanto de lo que te asombrarías. -Dice y yo sonrío.

-Suena a misterio que quiero resolver. -Digo en un coqueteo sútil.

-No se arrepentirá de nada, se lo prometo. Pruebe la lasaña que un pajárito me contó que era su favorita. -Dice y no me sorprende que haya investigado sobre mí.

Nuestras familias siempre han sido enemigas y que él supiese tanto de mí no me es tan raro. Tuvo que haberme espiado muchas veces y observarme durante meses. No soy díficil de analizar, eso lo admito. Mis costumbres son normales como las de cualquier persona.

Soy tan común como cualquier persona en éste mundo, menos como mi madre.

Ella sí fue alguien diferente. Amaba los caballos y hacer felices a los demás por encima de su propia felicidad. Ella era un ángel y mucha gente la quería. Y alguna vez llegué a pensar que mi propio padre lo había hecho también.

Era mi padre, por más malo que fuere, se merecía mi perdón porque fue quién me concebió la vida. Pero aún estaba lo que había dicho Alice. Ella parecía haber conocido a mi madre y no de muy buena forma, al parecer.

Y eso me creaba dudas porque mis padres parecían no ser los que creí.

Evan me mira atento.

-¿Qué tanto divaga ésa mente tan pecaminosa suya, doctora? -Dice y yo simplemente no puedo aguantar la risa.

-¿Ahora qué dije? Basta, me siento en vergüenza. -Protesta y yo intento serenarme.

-Nada, tus intentos de persuadirme a tu mundo me causan gracia. -Digo y él me mira como niño sin entender.

-Estoy siendo amable y se va a burlarse. Dios, no entiendo a las mujeres. -Refunfuña infantilmente y puedo ver parte de ése niño escondido en su interior que intenta salir.