Sentado aquí

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Querida madre,

Hoy me siento frente a estas palabras, tratando de encontrar fuerza para expresar lo que siente mi corazón. Es difícil poner en papel lo que sé que será una eterna despedida. Las lágrimas ya nublan mis ojos mientras mis manos se funden con la pluma, pero sé que necesito hacerlo.

Desde mi infancia hasta este momento, tu amor ha sido etéreo, diferente a los demás. Tu pocos abrazos han sido el techo cuando la tormenta llega y tus palabras, mi consuelo. Pero ahora, el laberinto nos empuja por caminos distintos, y me enfrento a la dura realidad de que nuestras manos se soltarán, al menos físicamente.

La inevitabilidad de esta despedida se cierne sobre nosotros como una sombra ineludible. Sin embargo, en medio de este adiós, sé que mi raro amor perdurará en cada paso que des, y en cada decisión que tomes.

Me pregunto qué sucederá después de este adiós. La incertidumbre del futuro se siente abrumadora, y la idea de que enfrentes la vida sin mi presencia parece insuperable. Pero, en algún lugar dentro de ti, también sé que estaré constante.

No puedo evitar preguntarme cómo será la vida mas allá sin tener la seguridad de tu abrazo o la comodidad de tu risa. Pero en estos momentos de tristeza, te brindo la idea de que mi espíritu vivirá dentro de ti y en todo lo que harás. En algún rincón de cada lugar espero verte mejorar como mamá.

Mamá, aunque esta carta pueda estar teñida de tristeza, quiero que sepas que también lleva consigo un agradecimiento eterno. Agradezco cada momento en lo que vivimos, cada aventura, cada risa, cada pequeña caída y cada lagrima derramada frente a tus ojos.

Mientras enfrento la realidad de este adiós, prometo encontrarnos otra vez en algún otro lugar, con la idea de ser tu hijo.

Con todo mi amor,
Andrés.

Historias de un vagabundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora