Capítulo 13

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Domingo 31 de marzo de 2052

- Voy a hacerme un café, ¿alguien quiere? -se ofreció la mayor de los hermanos a traerles el que sería ya el segundo café de la tarde.

Desde que se había ido de casa, todos los domingos eran igual, o prácticamente todos. El último día de la semana todos los miembros de la familia Guerra Doblas sabían que tendrían un plato asegurado en la mesa, de hecho, más que asegurada, aquella cita era obligatoria. Nadie se atrevía a faltar a más de dos comidas familiares consecutivas.

- Te acompaño -se levantó Ana del sofá, convirtiéndose en la única que se unió a ese segundo café.

- No hacía falta, ya te lo traía yo -respondió Cloe bastante desganada por la presencia de su madre en la cocina. Aquella tarde no tenía ganas de estar en familia, y mucho menos a solas con Ana.

- Cloe -suspiró la madre quitándole de las manos la taza que acababa de coger- Me vas a contar ahora mismo lo que está pasando aquí -le ordenó mostrándose desafiante.

- ¿Qué está pasando? -se preguntó la mujer- Pues que me iba a hacer un café y me has quitado la taza de las manos -respondió mientras cogía del armario otra taza, fingiendo que nada de aquello iba con ella.

- ¿Dónde está Lucía? -Ana le preguntó directamente a su hija. Ya no tenía ningún sentido andarse con rodeos, pues ambas sabían perfectamente de que iba aquella conversación.

- En casa, se encuentra mal -respondió Cloe mientras le daba al botón de encendido de la cafetera- Ya te lo he dicho antes -le recordó.

Obviamente, la mujer sabía que su madre no tomaba como certera aquella información, pero le daba igual. Cloe no quería que Ana se enterase de todo aquello e iba a hacer todo lo posible para ocultárselo.

- Y hace un par de semanas te encontrabas tu mal, la semana pasada no vinisteis, y el lunes le dijo la niña a tu madre que sus mamás ahora duermen en el sofá, un día una y un día la otra -replicó la morena dejándole ver a su hija que no iba a poder ocultarle aquello, pues en realidad sabía mucho más de lo que imaginaba.

- Joder -se quejó al enterarse de aquello- ¡Martina! -llamó a su hija, dispuesta a pagar toda su frustración con la pequeña.

- Ni Martina ni leches, Cloe -le dejó claro Ana, pues obviamente su nieta no pintaba nada en aquella conversación.

- ¿Mamá? -apareció la niña en la cocina.

La pequeña, de tan solo tres años, se presentó algo afligida. Ya tenía edad y experiencia suficiente como para saber que los gritos de su madre nunca eran una buena señal, aunque por una vez vez no tenía la menor idea de a que se debían, pues no había hecho ninguna travesura en todo el día.

- Cariño, ve con la abuela y las tías al salón, ¿sí? -intervino Ana, antes de que Cloe pudiese decirle nada a su nieta- Ahora enseguida vamos -añadió sonriendo amablemente, a lo que la niña se marchó sin pedir más explicaciones.

- ¿Por qué te tienes que meter siempre en todo? -se preguntó la mujer bastante molesta por la intervención de su madre- Es mi hija -le recordó.

- Me meto porque nada de esto es culpa de la niña -trató de hacerle ver- No la cargues con ella, tú no estás enfadada con Martina, no puedes pagar con ella tus problemas -añadió, pues era bastante obvio que la pequeña era solo una víctima de los conflictos de sus madres.

- Nuestros problemas -la corrigió Cloe- Míos y de Lucía -precisó dejando claro que su esposa también tenía algo que ver en todo aquello.

- Lo que tú quieras, Cloe -Ana rodó los ojos, prácticamente sin poder dar crédito de lo que estaba viendo y escuchando- pero esto que estáis haciendo es vergonzoso. Ya os vale, delante de la niña, discutiendo todo el día. Esto no se hace -añadió mientras negaba con la cabeza, como si aquello fuera algo del otro mundo, algo que jamás hubiera ocurrido en su propia casa ni en su propia familia.

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