Lunes 15 de marzo de 2049
- Pues mira, ya hemos llegado -comentó Ana mientras se desabrochaba el cinturón con gran entusiasmo- ¿Has visto cómo esto no estaba tan lejos? -añadió reprochándole a su copiloto las quejas durante el trayecto en coche.
- Que va -negó la rubia mientras bajaba del vehículo con desgana- Solo hemos tardado cómo dos horas en llegar -añadió sin querer pensar en que ese mismo día debían hacer el mismo camino a la inversa para volver a casa.
- Pareces una niña pequeña -se quejó la madre algo molesta por los comentarios de Sofía- Además, que tú has venido porque has querido, nadie te ha obligado a acompañarme -le recordó mientras cerraba la puerta del coche.
La chica respondió con un suspiro a su madre, evitando entrar en una discusión estúpida, pues en el fondo sabía que Ana tenía razón. Después de aquello, se limitó a esperar a que la morena terminase de sacar un par de bolsas de la parte trasera del coche para seguirla hasta la entrada de la casa.
Con algo de disgusto, la mujer intentó abrirse paso entre las malas hierbas, pues aquello, más que un jardín parecía una selva frondosa. Y es que, a pesar de ser isleña, Ana siempre había detestado todo lo que tuviera que ver con la naturaleza. Ella era más de su piso en el centro, alejada de cualquier bicho y rodeada de la civilización.
- ¡Joder, mami! Me he pinchado con algo -se quejó la rubia dejando claro que, en aquel aspecto, era un calco a su propia madre
- Venga, no exageres, que ya estamos en la puerta -respondió Ana tratando de ocultar que compartía la misma inquietud con su hija- ¡Bruno! ¡Bruno! -gritó esta tras golpear un par de veces en la puerta de casa.
Por increíble que pareciese, aquel par vivía ajeno a la realidad por completo, y es que por no tener, ni siquiera tenían timbre en la puerta de casa. El chico ya le había advertido a su madre que, para llamar a la puerta, debía golpear un par de veces y esperar, pero la paciencia de Ana era limitada y prefirió pasar a los gritos.
- ¡Mami! -saludó Bruno entusiasmado nada más abrir la puerta de casa, y es que a pesar de todo, aquel abrazo sincero demostró a la madre que algo de menos si la estaba echando- ¡Hermanita! -se lanzó a acuchar a Sofía, quién recibió algo confundida la efusividad de su hermano- Pasad, pasad -las invitó a entrar en el interior.
Nada más entrar, el intenso olor a porro echó para atrás a la madre de forma totalmente instintiva, a pesar de que estaba más que acostumbrada a ello. No era ningún secreto que la facultad de historia siempre había estado perfumada por este distintivo olor.
- Por dios, hijo -se quejó de inmediato Ana, rompiendo de primeras la promesa que se había hecho a ella misma de no criticar el hogar del chico y su pareja- ¿Aquí no se ventila o qué? -se preguntó lanzándose directa a abrir una de las ventanas del salón.
- Joder, mami, pero no abras ahora con el frío que hace -replicó Sofía, quien prefería aguantar ese curioso aroma antes que tener que soportar la temperatura exterior, que a esas alturas del año aún era bastante baja.
- Ey, aquí nada de malos rollos, que ya nos conocemos -intervino Bruno, viéndoselas venir, y es que tampoco era algo novedoso que las visitas familiares terminasen en riñas- Últimamente en esta casa estamos vibrando muy alto, así que no lo fastidiéis -añadió dejando claro que esa vez no iba a dejar cabida a ningún tipo de discusión.
- Si es que de verdad, Bruno, lo único que te faltaba a ti era meterte setas -se quejó la madre siendo clara y sin ningún tipo de complejo a sacar aquel tema, pues las pruebas eran más que evidentes- Con lo empanado que has sido siempre -añadió acompañada de una risa burlesca de la rubia, quién no pudo evitar recordar el apodo que tenía junto a su melliza del chaval.
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50% | WARMI
FanfictionTercera parte de las novelas "Nueve y medio" y "Once". La historia de esta parte se centra en la vida de las mellizas, Naira y Sofía, y en el matrimonio recién estrenado de la hija mayor, Cloe, con Lucía.