Capítulo 43

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Sábado 8 de marzo de 2059

- Qué bonita que es, Lola -comentó Emma mientras enternecida observaba a su sobrina, quién se encontraba jugando en el arenero, justo delante del banco donde ella y su hermana estaban sentadas.

Al igual que ahora lo hacía la pequeña Manuela, ellas también habían jugado en aquel parque cientos de veces. Entre esos columpios compartían decenas de recuerdos de infancia, a veces estando más bien avenidas que otras, pero con el tiempo, todos ellos eran bonitos. Habían tenido una infancia feliz, y en esos momentos lo recordaban con cierta nostalgia.

- Y que rápido que crece, ¿eh? -añadió con un tono un poco más apagado.

Si algo le dolía a la morena de haber emigrado era aquello, volver y darse cuenta de que todo había cambiado desde la última vez. Por poco tiempo que dejase pasar entre sus visitas, cada vez que regresaba a casa parecía que le habían cambiado a sus sobrinos.

En esos momentos, ya asentada en el mismo continente que su familia, agradecía poder verse más a menudo con la familia, pero aun así le parecía insuficiente. Emma jamás había vivido aquello de ir todos los domingos a comer a la casa de sus madres, y aunque estaba contenta con la decisión que había tomado hacía casi una década, anhelaba poder hacer aquello algún día.

- Pues ya ves... -suspiró la rubia, quién aún no se podía creer que ya hubiesen pasado prácticamente dos años desde que decidió ser madre- Ya tiene casi un año y medio, no sé que me pasa, pero desde que nació el tiempo me ha pasado volando -comentó sin saber muy bien a que se debía aquello, pues no hacía tanto que los años se le hacían eternos.

- Eso no tiene nada que ver con ser madre, eso es porque tú también te haces mayor -se giró Emma para encontrar la mirada de su hermana, antes de esbozar una sonrisa.

- ¿Tú crees? -rió Lola al escucharla- Sí yo aún soy una cría, ¿no? -comentó arrugando la nariz.

Ella no se lo consideraba, pero sabía que más de una en esa familia opinaba aquello de ella. Era cierto, no tenía mucha experiencia en la vida, pero es que tampoco había otra forma de ganarla que no pasase por jugársela de vez en cuando.

- Con casi 25 años ya eres joven para pocas cosas, aquello de ser presidenta y poco más -bromeó la morena.

Ciertamente ella nunca iba a ver a sus hermanas menores como adultas, pues desde su perspectiva, siempre serían aquellas niñas pequeñas y frágiles, aunque indudablemente, aquel adjetivo no podía encajar menos con la rubia.

- ¿De verdad sigues pensando en eso? -negó Lola con la cabeza sin poderse creer que, a esas alturas de la vida, Emma aún siguiendo fantaseando con lo que ambas habían llegado a soñar un día.

- ¿Tú no? -se sorprendió Emma. Aquello de abandonar sus ilusiones no iba para nada con la rubia.

- Bueno, supongo que los sueños nunca se olvidan... -esbozó la chica una sonrisa algo triste, pues evidentemente ella nunca había dejado de lado esa ilusión.

- ¿Qué quieres decirme con eso? -se preguntó la morena, algo decepcionada con tal respuesta.

Hacía tiempo que no hablaban de aquello, incluso años, pero Emma confiaba en que su hermana seguía trabajando por cumplir su sueño algún día. Lola siempre había sido una chica luchadora y capaz de todo aquello que se proponía, aquello de lanzar la toalla a la mínima de cambio no era algo propio de ella.

- Pues que me tengo que centrar en lo realmente importante, mi hija -asintió Lola, en un amago de querer zanjar aquella conversación. Sabía que seguir revolviendo aquel tema solo iba a hacerle daño.

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