Capítulo 27

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Miércoles 13 de junio de 2057

- ¿Se puede? -Ana preguntó tras golpear un par de veces con sus nudillos la puerta de la habitación de Lola.

- Sí -la rubia respondió sin demasiado entusiasmo desde su escritorio, pues estaba ocupada con algunas tareas de clase y no le apetecía hablar con su madre.

- He traído merienda -la mujer comentó tras abrir la puerta del cuarto de su hija.

La canaria traía consigo una alegría que parecía imposta, pues no existía motivo aparente para estar de celebración. Era un día normal, de entre diario, pero era evidente que ella estaba actuando como si no lo fuera.

- ¿Quieres? -le ofreció a Lola mientras le mostraba una bolsa de papel marrón, que se intuía que llevaba dentro una pasta dulce.

- Gracias -negó la rubia con la cabeza, pues no hacía demasiado que había terminado de almorzar- Quizás más tarde, ahora no me apetece -añadió queriendo ser amable con ella, pero volviendo de inmediato a sus apuntes.

- Bueno -mustió Ana al ver que sus intentos de acercar posiciones con su hija no estaban siendo fructíferos- No tardes mucho, o Mimi y Martina te dejarán con las ganas de probar esto -le advirtió, en un último intento de convencerla para que bajase con ella a la cocina.

La chica sonrío al escuchar aquello. Fue un acto reflejo, totalmente inevitable. Al pensar en las pequeñas de la casa, se las podía imaginar perfectamente disfrutando de aquellos dulces.

- ¿Todo bien? -insistió la madre en querer entablar una conversación con su hija, a pesar de lo que ella estaba interpretando como una actitud totalmente pasota.

Lola levantó la mirada nuevamente, pero esta vez lo hizo algo molesta. La canaria llevaba semanas fingiendo que no sabía nada de lo que le estaba sucediendo, pues era evidente que lo sabía, y eso disgustaba enormemente a la chica, quién solo podía preguntarse cuánto tiempo iba a durar esa tortura.

- Bueno... -suspiró para darse unos segundos más antes de darle una respuesta a su madre. Era consciente que a veces podía ser hiriente con sus palabras, por certeras que fuesen, y aunque Ana le estaba haciendo mucho daño con su indiferencia, ella no quería pagarle con la misma moneda. No era su estilo- La verdad es que estaría mucho mejor si por fin dejarás de fingir que no sabes que estoy embarazada -soltó finalmente aquel peso que llevaba semanas cargando en sus espaldas.

Para que mentir, a la mujer no le sorprendió para nada el comentario de su hija, sino todo lo contrario. Viniendo de Lola, lo extraordinario había sido que hubiese podido aguantar tantas semanas sin pronunciarse sobre el tema. De hecho, Ana estaba deseando que fuese ella misma quién le comunicase la noticia, aunque por supuesto, no esperaba que lo hiciese de tal forma.

- Está bien -Ana aceptó que era momento de enfrentarse a ello, pues ya no tenía ninguna excusa para evitar ese tema- Ya que vamos a sacar los trapos sucios, a mí también me gustaría decirte que hubiese preferido que me lo contases a mí directamente y no haberme enterado por mamá -comentó esta en un claro reproche, pues desde su punto de vista, su hija tampoco se había comportado como debería con ella.

- A lo mejor deberías plantearte porque no me atreví a decirte nada en su momento, ¿o es que te alegró saber que estaba embarazada? -respondió Lola en un perfecto revés, pues a pesar de que esta fingía no estar al corriente de nada, sabía perfectamente como su madre había reaccionado a la noticia, algo que ciertamente tampoco le sorprendió.

- Olvídalo -negó la morena, algo avergonzada por la lección que le estaba dando su hija, pues llevaba toda la razón y no tenía ningún argumento para defenderse, quizás porque lo que había hecho era totalmente indefendible- Disculpa que no te haya podido decir nada antes, es que estaba asimilando la noticia -admitió clavando su mirada en la barriga de su hija, tratando de buscar alguna prueba de aquel embarazo que le hiciera verificar que era real y no una broma de mal gusto.

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