Capítulo 20

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12 de mayo de 2018

La mano de Ana tardó poco en meterse dentro de las bragas de Mimi, como había hecho algo más de un mes atrás. Ambas tenían muchas ganas de seguir y llegar al punto más álgido pero algo, o más bien alguien, hizo parar a Mimi.

- Espera -interrumpió la rubia al notar que los dedos de Ana hacían algo más que cotillear dentro de sus bragas.

- ¿Qué pasa? -preguntó la canaria algo asustada por la forma abrupta en la que la rubia le había dicho que parase, pues el clima había sido totalmente cálido hasta unos instantes atrás.

- Ana, ¿estás segura? -quiso asegurarse la otra.

Mimi no iba a mentir, le tenía ganas, muchas ganas, desde hacía mucho tiempo, pero Ana ya no era un polvo más. A la morena le unía mucho más que una noche apasionada, y precisamente por eso quería hacer las cosas bien.

Era lógico que, después de la última vez, ahora fuese la rubia quién tuviese algo de reparo en aquello. Necesitaba asegurarse que Ana estaba segura de lo que iban a hacer y que no se sentía presionada a ello. No se podía permitir fallar, no con ella.

- Sí -respondió la morena muy segura de sí misma y de lo que iba a suceder.

Todo aquello también había sido un proceso para Ana. Era plenamente consciente de que la última vez que lo habían intentado, fruto de sus inseguridades, no había salido bien. Era cierto que en esos momentos ya se sentía mucho más segura al lado de Mimi, aunque tenía en mente de que podía volverle a pasar lo mismo.

- Está bien -respondió esta dejando un suave beso en la frente de la morena- Yo te sigo -susurró al oído de la chica, dejando que fuera ella quién llevase las riendas aquella noche. Creía que era lo más coherente.

- Gracias -sonrió la canaria dándose cuenta de que todo aquello que tenía en su cabeza no eran nada más que fantasmas. La rubia no la estaba juzgando, era ella misma quién lo estaba haciendo.

Con aquel gesto, Mimi le acababa de demostrar que la estaba comprendiendo a la perfección y que respetaba sus ritmos. Era algo deseable en cualquier tipo de relación, pero Ana era consciente de que no todo el mundo la hubiera tratado con esa delicadeza y respeto.

Así pues, con la adrenalina por los aires y los nervios propios de cualquier primera vez, la menor volvió a acercar su mano al cuerpo de la rubia. Solo necesitó aquel leve contacto con su vientre para poder notar como su piel se erizaba de nuevo y su respiración volvía a agitarse levemente. Lo que fuera a suceder a partir de entonces, estaba completamente en sus manos.

Tal y como Mimi le había prometido instantes atrás, esta se dejó llevar, siguiendo y respetando el ritmo de la morena, pero sobre todo, estando muy atenta en todo momento de Ana y su bienestar. Disfrutaron, gimieron, rieron, se sorprendieron, pero sobre todo, lo pasaron muy bien.

Como no podía ser de otra forma, culminaron ambas bocarriba, con el corazón acelerado, y agarradas de la mano. Ambas sabían que aquello las acababa de unir para siempre.

- Gracias -sonrió Mimi, emulando sin ni siquiera percatarse el comentario que había hecho Ana antes de empezar.

- Era mi primera vez. Bueno, ha sido la primera vez que termino -confesó Ana, dejando de lado cualquier pudor, pues después de lo que acababa de suceder sabía que no había espacio para secretos ni juicios entre ellas.

- Pues para ser la primera vez, no ha estado nada mal -respondió la rubia dibujando una leve sonrisa.

Evidentemente, Mimi había sido consciente de ello en todo momento. Aunque al principio le había inundado el miedo, había logrado deshacerse de prejuicios y encontrar la magia en su primera vez, porque sí, aquello también había sido una primera vez de algo nuevo para ella. Y sí, en esos momentos ciertamente agradecía la confianza y naturalidad que Ana, aquella chica tan reservada, estaba teniendo con ella, pues parecía que por fin se estaba soltando.

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