Capítulo 37

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Jueves 13 de diciembre de 2057

- Hay que ver, que niña más buena tienes, Lola -comentó Ana mientras observaba a su nieta, de apenas un mes, durmiendo plácidamente en su cuna- Da gusto ver lo bien que duerme -añadió sin quitar su mirada de la pequeña, pues aquello era casi hipnótico.

- Pues sí, se porta muy bien, mami -respondió la rubia levantándose de la silla para acercarse a verla- Será porque sabe que no puede molestar mucho... -añadió con una media sonrisa.

Aunque Lola estaba realmente exhausta, pues a pesar de la bondad de la niña, no le quitaba el ojo de encima, era plenamente consciente de que Manuela le estaba poniendo las cosas realmente fáciles. Era una bebé modelo, dormía mucho, comía bien y lloraba lo justo y necesario. Parecía hecha a propósito para una madre soltera y primeriza como la rubia.

- ¿A dónde vas? -se interesó al percatarse de que su madre llevaba el bolso encima y la chaqueta colgada en el brazo.

- Ay, no me acordé de decírtelo -se percató la morena llevándose su mano derecha a la cabeza y apretando sus ojos con fuerza- Voy a la psicóloga, no he podido ir por la mañana, estuve con cosas en la Universidad... -comentó explicándole que había tenido que cambiar la hora de su cita semanal- Mamá no tardará mucho en llegar, ¿estarás bien? ¿Quieres que le pide a Mimi que le eche un ojo a la niña? -se preguntó pensando que tal vez Lola contaba con su presencia.

- No, no hace falta, que va -se negó la rubia a aquello, pues no quería responsabilizar a nadie de sus obligaciones, y mucho menos a sus hermanas pequeñas- Ya casi voy a terminar con lo que estaba haciendo -añadió queriendo dejar tranquila a su madre.

- Está bien -sonrió la morena- Nos vemos a la hora de cenar, ¿vale? -se despidió no sin antes darle un abrazo a su hija.

- Que vaya bien -respondió Lola con una gran sonrisa.

Era evidente que su madre había dado, o más bien, estaba dando, un cambio radical en muchos aspectos. Indudablemente, ir a terapia había sido una decisión más que acertada, y a pesar de que fuese un proceso lento, ya hacía tiempo que estaba dando sus pequeños frutos. Ana era ya una persona mucho más relajada, sonriente y tolerante, y eso estaba favoreciendo en la relación con sus hijos.

- ¡Mimi! -llamó Ana tras golpear en la puerta del cuarto de su hija menor.

- ¿Sí? -respondió la chica abriéndole la puerta.

- Me voy, ¿vale? -se despidió de ella- Mamá vendrá dentro de poco -le dijo, tal y como ya le había hecho saber a su otra hija- ¿Has podido terminar el trabajo? -se interesó, recordando la conversación que habían tenido hacía hora y media, mientras ambas merendaban en la cocina.

- Sí, ya se lo he enviado al profe -respondió la chica asintiendo- Espero que me haya salido bien y saque una buena nota, que después de haberme tenido que saltar un entrenamiento por esto solo me falta suspender... -comentó algo fastidiada por aquello.

- Bachillerato es más difícil y se necesita estudiar más horas que el curso pasado, ¿no? -comentó Ana, evitando entrometerse demasiado en aquel asunto, pues sabía que no debía decirle que hacer, Mimi ya era mayor para darse cuenta de que no se había organizado demasiado bien aquel primer trimestre.

- He sido muy optimista pensando que podría hacer todo en el último momento y sin invertir demasiado tiempo -confesó la chica sin miedo alguno, pues sabía que las únicas consecuencias que tendría aquello serían peores notas en su expediente. Nada más- El próximo trimestre no me pasará -añadió confiada de haber aprendido la lección.

- Bueno, pues ahora descansa, que el trabajo que has hecho no te lo quita nadie y te lo mereces -le recomendó la madre dejando un beso en su cabeza, siendo más blanda de lo que fue con sus otros hijos.

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