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Alice

Shoko regresó a verme en el tiempo que había acordado.

—Bien, ya puedes dejar la compresa —le sonreí, sentándome en la cama.

Se fue en dirección a la esquina del cuarto, ahí se hallaba un estante con las cosas que iba a ocupar.

Mi sonrisa se esfumó al instante, cuando vi a Kashimo entrar a la habitación.

—¿Qué hace ese idiota aquí? —pregunté molesta, me daban ganas de golpearlo hasta el cansancio.

—Mira, mocosa, te he dicho que no me insultes —respondió en el mismo tono agresivo, parándose delante de mí.

—Te he pedido lo mismo, pero te importa un carajo —puse mis manos en su pecho y lo empujé usando toda mi fuerza, con la intención de hacerlo caer—. ¡Y aléjate! —casi no lo moví debido a su resistencia.

Tomó mis muñecas de forma brusca, ejerciendo algo de presión en ellas.

—No te vi alejándome hace unos días —respondió irritado por mis contestaciones—. ¡Y no me empujes!

—¡Ja! Tú fuiste el que se desnudó delante de mí —contesté burlona, enarcando una ceja por su respuesta—. Me caerás mal, pero no soy una tonta.

—Si desde el primer día ya me estabas besando, ¿de qué te quejas? —comenzó a indignarse y yo también.

—Igual te andabas dejando, nunca te vi poniendo resistencia —me defendí de su estúpida acusación sin sentido—. Así que cállate, ¡idiota!

—Tú no eres quien para callarme, mocosa —empezó a levantarme la voz. Analicé sus facciones por lo rojo que se estaba poniendo a causa del coraje.

Lo jalé de la playera con firmeza, ocasionando que su rostro se aproximara al mío, a escasos centímetros.

—Cállate y vete a la mierda, Kashimo —cité palabra por palabra. Con toda la intención de ofenderlo.

—Oigan, chicos. . .

—¿Qué? —gritamos al mismo tiempo, para después voltear en dirección a Shoko.

Miré la mano de mi doctora, estaba agitando la venda para que la viéramos.

—Se te va a poner una venda. ¿Recuerdas?

Solté a Kashimo de mala gana, este se separó inmediatamente de mí, yendo hasta la entrada del cuarto.

Shoko se agachó con el fin de tratarme la lesión, tomó mi pie para después vendarlo con tranquilidad. No tardó mucho en su labor y luego se puso de pie.

—Terminamos, Alice —avanzó hacia la mesa, escribió algo en una hoja de recetas médicas. Agarró un medicamento del estante y me entregó ambas cosas.

—¿Para qué es? —pregunté intentando leer la receta médica. No podía creer que todos los doctores escriban usando jeroglíficos, nunca se les entendía.

—Es para tu tobillo, en la receta viene cada cuándo debes aplicarlo.

Leí con atención el papel que tenía entre manos; lo poco que entendí es que había otros 2 medicamentos anotados.

—¿Y sobre los otros?

—Son para tu herida —respondió Shoko—. Kashimo vino ayer, con el medicamento que le di, les alcanza para ambos.

—Prefiero comprar los míos —contesté fastidiada de que estuviera presente aquel imbécil, pero él me escuchó.

—Te doy todo el medicamento que me preinscribieron, para que dejes de estar llorando, mocosa del demonio —mencionó Kashimo con su jodida voz tan exasperante.

In The Shadows | Hajime Kashimo (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora