Capítulo seis.

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—¿Cole vino? —pregunta Deniska, extrañada

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—¿Cole vino? —pregunta Deniska, extrañada.

—Mmjum.

—¿Acompañado?

—Ya te dije que sí —respondo con un tono de hastío—. Pensé que te importaría más el porqué, no el simple hecho de que estuviera acompañado.

Ella comienza a jugar con su cucharilla, pensativa, mientras yo me sirvo un poco de jugo.

Muero de sed.

El aire del patio me resulta tranquilizante; aspiro un poco el olor a hierba mojada antes de llevarme el vaso a los labios.

—Me parece extraño —murmura—. Es decir, ¿qué tendrías tú que ver con esa mujer?

Muevo la cabeza y dejo de lado el jugo.

—Lo raro es la mención del collar —recuerdo—. Papá está enredado en un trauma familiar, qué sé yo.

—¿Hablas del que está colgado en la pared?

Hago un sonido de afirmación antes de tomar otro trago de mi bebida.

—Crees que le pertenecía a la mujer de la foto. —Dijo, pero sonó más como una afirmación que una pregunta.

—Estoy segura de que le pertenecía. Piénsalo, primero la mujer y después el collar. Existe una ligera probabilidad de que el...

—La mató —concluye Deni—. ¿Y por qué guardaría el collar?

—Eso es lo que quiero averiguar.

Miles de escenarios pasan por mi cabeza, desde la posibilidad de que la mató por traición o algo similar, hasta el hecho de que podría haber sido su amante. Una que no supo mantenerse callada y que, por eso, decidió matarla. Tomaría sentido la frase <<hasta que la vida nos vuelva a encontrar>> que estaba grabada en el collar.

Una mujer importante, una enemiga.

Tengo muchas teorías y me muero por saber cuál es la real.

Siento un cosquilleo en la espalda y, al girar la cabeza, me encuentro con Asher en la entrada, cruzado de brazos y con el ceño fruncido. Miro mi muñeca; el reloj marca más de las ocho.

Me levanto y termino mi jugo de golpe. —Hablamos de esto después.

—Bien.

Me doy la vuelta y voy prácticamente corriendo hacia Asher. Él no me espera, solo se da la vuelta y comienza a caminar, dejándome atrás. Disminuyo mis pasos al estar a su lado.

Su cuerpo delgado está cubierto por uno de sus representativos trajes, que hoy es gris. Supongo que quiso combinar con su alma oscura; su cabello está bien peinado hacia atrás y parece que no quiso usar las gafas hoy.

—¿Qué tal el desayuno? —pregunta de manera amarga.

—Nada mal —me sincero—. Pero habría preferido una rebanada de pizza en lugar de solo un jugo.

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