Capítulo once.

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BUENAS PARA MIS LXNDOS LECTORXS QUE NO SON NADA RENCOROSOS POR TARDARME EN ACTUALIZAR. ¿Ya les había mencionado que me caen re bien? 😔

Antes de la misión, mientras me preparaba en la habitación que me habían asignado, la tristeza y la desesperación me envolvían como una manta pesada. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de mi familia me invadía, y no podía evitar sentir que me habían vendido, entregado a estos hombres peligrosos sin importarles mi destino.

Los pensamientos oscuros me acosaban sin tregua. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo era posible que mi propia familia me hubiera traicionado de esta manera? Recordé las palabras del hombre rubio y del pelirrojo, sus promesas de protección y sus amenazas veladas. Sabía que no tenía otra opción, pero eso no hacía que la situación fuera más fácil de aceptar.

Y luego estaba ella. La chica que solo había conocido horas antes. La última vez que la vi, estaba llena de vida, riendo y soñando con un futuro brillante. Pero ahora, la certeza de que esos hombres la habían matado me corroía por dentro.

Las lágrimas brotaron de mis ojos sin control mientras me miraba en el espejo. Me sentía atrapada, sin salida, obligada a jugar un papel en un mundo que no entendía y que me aterrorizaba. Todavía no lograba explicarme como pude resistir tanto sin romperme delante de ellos, porque ese día en ese escritorio el miedo era lo único que me perseguía.

Me vestí con el elegante vestido que me habían proporcionado, cada movimiento meticuloso y mecánico. La máscara que debía usar para la gala estaba sobre la cama, la coloqué sobre mi rostro, sintiendo cómo ocultaba no solo mi identidad, sino también mi dolor y mi miedo.

El aceptar casarme fue una mentira, una repugnante que salió de mis labios. Una que buscaba darle la vuelta, y lo haría cuando me llamaran de nuevo para conversar de ello.

Antes de salir de la habitación, me detuve un momento, cerrando los ojos y haciendo una promesa silenciosa. Prometí que encontraría una manera de salir de este infierno, que protegería a mi familia y que haría pagar a aquellos que habían destruido mi vida o al menos lo que quedaba de ella.

Con esa determinación renovada, me dirigieron hacia el coche que me llevaría al evento. Tenía las manos esposas, llevada por un matón de casi dos metros. Desde esa noche, exactamente tres días, me mantuvieron encerrada. Estudiando los planos, la señora del consejo me traía la comida con notas, muchas de apoyo. No había vuelto a ver al chico de ojos negros, tampoco a la mujer de cabello negro.

Lo agradecía, todavía no terminaba de procesarlo todo.

La noche era oscura y silenciosa, tal vez era por el saco que cubría mi rostro apenas tocamos el auto, o era mi imaginación gracias a lo que me volvieron a inyectar.

Que miedo, ya se les hacía costumbre.

El auto se detiene, segundos después las esposas y saco son retirados. 

—El lugar está rodeado por nuestros hombres, sabremos si intentas escapar.

Asiento con recelo a la advertencia del pelirrojo.

Soy obligada a salir del auto, el aire fresco de la noche acariciaba mi piel mientras caminaba hacia el edificio, mi mente concentrada en la tarea que tenía por delante. Sabía que no podía permitirme ningún error. Mi apariencia debía ser impecable para encajar en el papel que estaba a punto de desempeñar.

Los planos lo decían, cada paso que tenia que dar. También como tenía que actuar. Una mierda, pero mi cobardía de igual manera lo seguirá para no morir esta noche.

Llegué a la entrada del edificio, un rascacielos imponente que se alzaba en el horizonte. El evento de esa noche era una gala benéfica organizada por la organización rival, un evento exclusivo al que solo se podía acceder con invitación. Afortunadamente, la tenía.

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