Capítulo nueve.

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—Podría pagarte, si nos dejas ir podría darte una buena suma de dinero

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—Podría pagarte, si nos dejas ir podría darte una buena suma de dinero. ¿Quieres eso? Estoy dispuesta a dártelo.

Ofrezco con una débil esperanza creciendo en mi pecho. Al fin y al cabo estas personas son manejadas por dinero, no pueden vivir sin él y matarían por lo mismo, solo esperaba tocar en el punto clave.

—¿Estás buscándole un precio? —su pregunta parece estar cargada de diversión—. Es tentador, me cabe admitirlo. Pero no lo suficiente, existen cosas que anhelo más que el dinero.

—¿Cómo por ejemplo? —indagó.

—Tu libertad.

La caricia que deja en mi mejilla me hace estremecer. Es como si mi cuerpo reaccionar a su toque mientras que mi mente lo repugnara.

—Eso no es un algo, ni siquiera debería estar en tu lista de caprichos —escupo, apartando mi rostro lo más que puedo—. Porque solo es eso, un capricho momentáneo que querrás cambiar a las semanas.

Sus ojos azules parecen estudiarme, si mis palabras le habían afectado no lo mostraba en absoluto.  Solo se alejo y sin despegar sus ojos electrizantes de los míos, hizo unas señas que llamaron la atención del hombre a su lado. El se acercó y su altura hacia parecer pequeña la celda, cada paso que daba era un golpe a mi pecho. No quiero morir, todavía no puedo morir.

Maldigo cada chiste rancio del pasado, Dios. Si vivo prometo no volver a decir "Días, porque buenos si estuviera muerta" lo juro, acabo de madurar en estas últimas veinticuatro horas.

Cuando estuvo delante sentí como mi corazón se aceleraba. El hombre rubio me agarraba con fuerza, sujetándome contra él. Su máscara le cubría el rostro, pero sus ojos verdes eran fríos y distantes.

—Quédate quieta— dijo, con una voz baja y amenazante. Me estremecí al instante cuando el tacto de sus manos  apretaron mis hombros desnudos.

Había escuchado a la perfección su advertencia, pero de igual manera me intenté soltar. Eso solo hizo que me tomara del cabello en un puño, sus cuerpo se curvo y su aliento caliente choco con mi oreja.

—Cada que te hable sigue mis putas ordenes, ¿entendido?

Asiento tragandome cualquier insulto o llanto, eso pareció bastarle. Su gran mano envolvió mi muñeca arrastrándome fuera de la celda, su intención era clara pero seguía negandome a aceptar que esto era real. Que en realidad sólo tenía una mal pesadilla. Los tacones de ella volvieron a razonar, había tomado la delantera dejándonos a unos cuantos pasos detrás.

Me plante en mi lugar, no quería dejar a Arshley aquí abajo consigo misma. Acaba de perder a su hermana y la dos teníamos las esperanzas puestas en la otra.

Recordando a la hermana muerta, miro hacia abajo esperando encontrar su cuerpo sin vida. No tenía idea qué había pasado o en qué momento se lo habían llevado, pero en su lugar solo se encontraba un pequeño charco de sangre. El me obliga a avanzar, pongo resistencia al llegar a la celda de al lado el sorprendentemente cede a soltarme, Arshley y yo conectamos miradas y fue suficiente para que las dos nos rompieramos y pegaremos a su celda.

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