Juego de Máscaras

Capítulo uno.

13/11/23 (Borrador)

Nadya Alekseev. 🎭

—Esto es una mala idea —repite mi hermana en un susurro apenas audible para ambas.

Con un gesto de mi mano le indico que guarde silencio. Ella suelta un resoplido, pero sabe que en este momento no hay lugar para dudas, así que se mueve conmigo. Nos ocultamos tras uno de los grandes muros, y la adrenalina empieza a correr por mis venas. Asomo la cabeza con cautela para asegurarme de que los matones —que prefiero llamar soldados— siguen en el mismo lugar.

Para mí, los "soldados" son los que protegen a un país y sirven con honor, mientras que estos hombres de músculos y miradas amenazantes solo protegen a criminales despiadados. Y entre ellos está mi padre.

Un escalofrío recorre mi espalda al pensar en él, el Sottocapo. No sé mucho sobre este mundo del crimen, pero sé que lleva consigo un peso que puede arrastrarnos a todas. Si algo le sucediera a mi tío, él tomaría el mando, y esa idea me aterra. No quiero imaginar cómo sería mi vida con papá liderando su propio imperio, lleno de amenazas y control. Estaríamos rodeados de matones y cámaras en cada rincón, y no podríamos usar dispositivos electrónicos. Y eso nos lleva a esta locura en la que estamos involucradas hoy.

Me sacudo esos pensamientos y me concentro en la misión. Aunque mi hermana parece tener otras dudas.

—¿Ya sabes lo que tienes que hacer? —le pregunto en un susurro, girando hacia ella. Ella asiente, pero no parece del todo convencida— esta es nuestra última oportunidad.

—No quiero hacerlo —murmura, y su mirada muestra una mezcla de miedo y duda— hazlo tú.

La miro frustrada y contengo un suspiro.

—¿Yo? Habíamos acordado que serías tú.

—Me retracté. Serás tú la que lo haga —responde, firme en su negativa.

—No puedes retractarte minutos antes —murmuro entre dientes, intentando no perder la calma— esto nos conviene a las dos. Hazlo.

—No.

—Sí.

Su ceño se frunce, y puedo ver que no tiene pensado ceder. Su rebeldía me saca de quicio.

—Lo lamento —responde de manera desafiante.

La confusión se apodera de su rostro, pero me doy cuenta de que no hay tiempo para discutir. Sin pensarlo más, la empujo hacia fuera del muro y la expongo. Ella se paraliza unos segundos, pero al instante se recompone y decide actuar. Yo, por mi parte, me muevo hacia la otra esquina del muro, sintiendo un nudo en el estómago.

Probablemente me matará después de esto.

Los soldados, que anteriormente charlaban tranquilamente, ahora se callan al notar la presencia de mi hermana. La mirada de ellos recorre su figura de arriba abajo.

—¡Hola! —saluda, con una sonrisa brillante que intenta mantener—. ¿Qué tal va todo?

Los hombres se miran entre sí, uno de ellos, visiblemente nervioso, mueve las manos con ansiedad. Me tenso al ver cómo la miran, y deseo que todo salga bien. Deniska es la distracción perfecta. Su belleza es abrumadora; su vestido azul se ajusta a su figura, realzando su piel bronceada, mientras su cabello cae en ondas sobre sus hombros. Sus ojos verdes son capaces de atrapar a cualquiera, y a mí me resulta difícil no sentir celos de su poder de seducción.