Juego de Máscaras

Capítulo dos.

Gala de máscaras.🎭

Mis tacones hacen eco en el suelo de mármol con cada paso que doy por las largas escaleras hacia la enorme mansión. A mi alrededor, varios matones murmuran, cuestionando los alrededores mientras personas de diversas vestimentas y estilos entran y salen de ese grandioso lugar, cada uno más deslumbrante que el anterior. Mi mente no puede evitar especular sobre el probable costo de cada atuendo, sintiendo una punzada de inseguridad ante la opulencia que me rodea.

Miro mi propio reflejo en el mármol pulido y reparo en mi atuendo: el vestido blanco ceñido se amolda a mis caderas y cintura, mostrando con orgullo las curvas que suelen pasar desapercibidas. Mis botas negras combinan perfectamente con la pequeña chaqueta de cuero que sostengo con un brazo. Lucha interna, ese vestido blanco, deseado desde hace años, es mi elección para esta noche, y no permitiré que nada arruine mi momento.

Cuando estoy a punto de cruzar el umbral, alguien me toma del codo, haciendo que retroceda varios escalones. Al girar, me encuentro con la mirada intensa de mi padre, que me escanea de pies a cabeza.

—Si, tú también te ves muy guapo —suelto con sarcasmo—. ¿Qué se te ofrece?

Él responde con un leve arqueo de ceja, pero en realidad, debo admitir que está bien; el traje que lleva es ajustado, dibujando su figura atlética con una definición que me llama la atención. Sin embargo, desde que abandonamos nuestro "hogar", no me ha dirigido la palabra. No voy a ser yo quien rompa el hielo primero.

Años atrás, hubiese implorado su atención, deseando que al menos reconociera que no estaba molesto conmigo, pero hoy no lo haré. Siempre he soñado con aparecer vestida de blanco en una gala, como en las películas, y esta noche es para mí, no para él.

—Ten —me dice, extendiéndome una máscara blanca—. Tienes prohibido quitártela, Nadya. Hablo en serio, si alguno de mis hombres te ve sin ella, la pasarás muy mal.

Ignoro su amenaza mientras mi hermana me ayuda a colocarme la máscara. Ella sigue llevando el mismo vestido de la tarde, lo único que ha cambiado son la máscara y algo de joyería. Acomodo mi cabello castaño, y al final, rebusco en mi bolso hasta encontrar mi espejo. Me reviso rápidamente —he intentado hacerme un maquillaje natural, pero el delineador es mi aliado en estas ocasiones—. Siento que no puedo vivir sin esa raya en el párpado. Ocasionalmente, me siento más segura con esas pequeñas acciones.

Coloco el espejo de nuevo en mi bolso, y con pasos decididos, me acerco a la entrada, seguida de mi padre y mi hermana. Las miradas curiosas y los murmullos son casi palpables cuando entramos, y me quedo estática por un momento, contemplando el interior deslumbrante. Todos los presentes llevan máscaras, y los grupos en diferentes mesas conversan animadamente, mientras otros bailan al son de la música clásica que tocan unos músicos en el escenario.

—Ya me quiero ir —se queja Deniska, observando el lugar con desdén.

—Acabamos de llegar —le respondo, sin poder entender por qué alguien podría desear marcharse tan pronto.

—Por eso mismo —replica, casi como si fuera obvio—. Odiamos estos eventos.

Frunzo el ceño, negándome a aceptar que alguien pueda considerar esto como aburrido. Caminamos tras la figura imponente de mi padre, mientras mis ojos recorren el esplendor del lugar. Los jóvenes que pasan a mi lado apenas me ven, y mis sonrisas de saludo caen en un vacío; nadie devuelve el gesto. Supuse que la juventud sería más amable.

De repente, la fuerte espalda de mi padre detiene mi avance. Me he chocado con él sin darme cuenta, sintiendo la tensión en su postura. Rápidamente, me aparto y me coloco a su izquierda. Frente a mí, una gran mesa llena de personas, algunas las reconozco como socios de mi padre, mientras que otros son completos desconocidos.