Capítulo 1: ¿Qué hice mal?

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Me sequé las lágrimas, me lavé el rostro y me miré al espejo del baño. Una sonrisa forzada se dibujó en mis labios, la misma sonrisa que había aprendido a fingir durante los momentos difíciles con Nolán, mi novio.

Ya no me hacía la misma pregunta una y otra vez: "¿Qué hice mal?" o "¿Por qué siempre hago algo que lo molesta?". Nunca encontraba respuestas claras, y eso solo aumentaba mi confusión y dolor.

Recordé las palabras de Mónica, la madre de Nolán. Ella me había dicho que Nolán no siempre sería la mejor versión de sí mismo. Me confesó que aunque lo amaba como su hijo, sabía que algo no estaba bien en él. Pasaba por episodios que ni ella misma entendía. No me pedía que lo comprendiera, solo que lo ayudara, porque sabía que yo sacaba lo mejor de él.

Mónica me había dicho eso cuando Nolán y yo decidimos mudarnos juntos. Me decía que tenía fe en mí, en mi capacidad de sacar los mejores momentos y versiones de Nolán. Pero ahora me preguntaba: si yo era la mujer que él amaba y si realmente yo lograba sacar lo mejor de él, ¿por qué parecía que lo hacía infeliz?

Mi cabeza dolía intensamente, como si cada pensamiento fuera un martillo golpeando sin piedad mi mente. Me sentía atrapada en un laberinto de incertidumbre, sin tener la menor idea de cómo enfrentar y resolver lo que sea que hubiera sucedido.

Justo en ese momento, el timbre del departamento resonó en el aire, interrumpiendo mis pensamientos tumultuosos. Nolán, quien estaba en el segundo piso del departamento, me pidió que atendiera la puerta, aunque logre notar su tono serio, dejaba claro que aún no había superado el mal momento que habíamos vivido.

Con el corazón en un puño, me levanté de donde estaba y me dirigí hacia la puerta. Cada paso era una mezcla de nerviosismo y ansiedad.

Cuando abrí la puerta, noté que era el repartidor de Amazon. Era una tarde soleada y el aire estaba cargado de emociones.

"Buenas tardes, ¿usted es Darian Musó?" - me preguntó el amable repartidor.

"Si, soy yo", respondí con voz temblorosa.

"Perfecto, le hago entrega de sus dos paquetes y si puede, por favor confirme que recibió su paquete", dijo mientras me entregaba las cajas.

"Muchas gracias", expresé con gratitud en mi voz.

El repartidor asintió con una sonrisa y se fue por el pasillo hacia el elevador. Cerré la puerta y me quedé parada allí, sintiendo un nudo en mi garganta. Sabía que esos paquetes eran los regalos que había comprado para Nolán, nuestro aniversario de dos años y siete meses se acercaba rápidamente.

Guardé las cajas en un armario y decidí que las envolvería más tarde. Aunque estaba pasando por un momento difícil, sabía que esto también pasaría. Solo esperaba que esta etapa negativa no durara mucho tiempo.

Empecé a recoger las cosas que estaban tiradas en la sala y recogí cuidadosamente los cristales rotos de un marco dañado. Los envolví en una servilleta y los aseguré con cinta adhesiva gris. No quería que ningún animal se lastimara si los perros del vecindario volcaban los contenedores de basura.

Me di cuenta de que había comprado más marcos para fotos que ropa para mí misma. Aunque pensé en dejar de hacerlo, ya que no tenía sentido si las cosas siempre iban a ser así.

Cuando todo estuvo en orden, subí al segundo piso donde se encontraba el cuarto de Nolán. Estaba cerrado, pero se escuchaba música desde adentro. Decidí pasar de largo y entrar a mi propio cuarto personal, que en realidad era un armario. Nolán me había sugerido que lo convirtiera en mi lugar de estudio, ya que tenía suficiente espacio para lo que necesitaba. Tenía estantes, un tubo para colgar ropa y un pequeño sofá en el suelo con una mesa baja a su lado. Cerré la puerta con llave y me observé en el espejo que estaba pegado a la puerta.

No había algo que me gustará de mi en ese momento, así que me acomode en mi pequeño sillón, y caí rendida en el sueño, tan cansada estaba que no soñé nada.

...

Eran las 6 de la tarde, casi 7, escuchaba risas en el piso de abajo, suponía que estaría Nolán con sus amigos. Yo me había quedado dormida en el pequeño sillón de piso de mi armario, pues me sentía cansada y abrumada.

Decidí salir y tenía razón, estaban Román, Leonardo y Nolán abajo.

Al bajar lentamente las escaleras, mis ojos se encontraron con los de Román, quien estaba sentado en el sofá junto a Nolán y Leonardo. A pesar de que nuestra relación siempre había sido distante y fría, no pude evitar sentir una extraña tensión en el ambiente al percatarse de mi presencia.

Sus ojos oscuros me escudriñaron como si quisieran desentrañar mis pensamientos más profundos. Su mirada era afilada y penetrante, como si supiera algo que yo aún no había descubierto. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras mi corazón latía descontrolado en mi pecho.

Nolán, por su parte, levantó la vista y me dedicó una sonrisa forzada. Sus ojos reflejaban cansancio y preocupación, algo que se había vuelto habitual en los últimos tiempos. Aunque intentaba ocultarlo, su rostro delataba el peso de sus problemas y las tensiones que lo consumían.

Leonardo, el amigo más cercano a Nolán, parecía ajeno a la tensión que reinaba en el lugar. Su risa resonaba en la habitación mientras disfrutaba de la compañía de sus amigos. Sin embargo, pude percibir un atisbo de preocupación en su mirada cuando se cruzó con la mía.

Me acerqué tímidamente al grupo, tratando de ignorar la incomodidad que flotaba en el aire. Sabía que algo no iba bien en nuestra relación, pero aún no tenía claro qué era. Anhelaba desesperadamente que las cosas mejoraran entre Nolán y yo, pero cada vez que parecía que estábamos avanzando, algo salía mal y volvíamos a tropezar.

Mientras me acomodaba en el sofá, tratando de disimular mi cansancio y las ojeras que marcaban mi rostro, una pregunta se instaló en mi mente: ¿Era posible encontrar la felicidad en medio de este caos emocional? Deseaba con todas mis fuerzas que las cosas cambiaran, que encontráramos una forma de superar nuestros obstáculos y construir una relación sólida y amorosa.

En ese momento, Román rompió el silencio incómodo que se había formado a nuestro alrededor. Su voz ronca y llena de sarcasmo resonó en la habitación mientras pronunciaba unas palabras que me helaron hasta los huesos: "¿Cuánto tiempo más vas a soportar esto?".

Sus palabras resonaron en mi mente como un eco persistente. Me di cuenta de que Román había captado la esencia de mi sufrimiento, de mis dudas y anhelos más profundos.

O quizás solamente todo lo estaba confundiendo.

...

Esta novela se estará actualizando cada dos días, y si tengo suerte, más rápido de lo que creen, dependiendo que tan inspirada este.

Gracias por darme la oportunidad a todas las personas que me leerán.

Les prometo que daré lo mejor de mi para este bonito amor a la escritura.

Cuando Nadie VeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora