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Tres semanas antes.

Alerta +18 (por si acaso)

Vera.

Este domingo, Patrick y yo decidimos quedarnos en su casa. Estaba diluviando afuera y el departamento estaba helado. Nos encerramos en la habitación con la calefacción activada y pusimos algo en la televisión.

Sabíamos lo que hacíamos, (o al menos yo lo supe antes de salir de casa, cuando decidí usar esa pequeña, casi diminuta, ropa interior).

Tenía un poco de revoloteo hormonal durante las últimas noches, así que necesitaba algo que Patrick sabía hacer bien.

Mientras esperaba a que saliera del baño, arreglé mi cabello distraídamente. Recogí algunas cosas que estaban sobre la cama y me puse una de sus camisas.

Me acosté sobre la cama y comencé a acariciar mis piernas, necesitaba que saliera, así que lo llamé.

Cuando lo ví aparecer con el cabello mojado y el torso completamente descubierto, perdí por completo el control.

— Voy a cambiarme, cariño —. Dijo, mientras buscaba su ropa en el closet.

— No hace falta —. Murmuré.

Me levanté de la cama y acaricié su espalda.

— Tengo algo para ti, justo debajo de esta camisa —. Le dije.

El soltó una carcajada —. ¿Ah si?

Asentí mientras mordía mi labio inferior.

Desabotoné cada botón y mientras el iba observando lo que había debajo de esta.

Y el muy lentamente bajó la mirada por todo mí cuerpo. 

Oh, Dios.

Contuve la respiración mientras el continuaba observándome.

Sentí como sus dedos comenzaron a rozar mi piel y unos segundos después, ya estábamos en la cama.

— Que suave y... Perfecta es tu piel —. Dijo mientras repartía besos por todas partes.

Subió a mi cuello lentamente y tomó una bocanada de aire.

— Tu olor está enloqueciendome —. Murmuró y se adueñó de mi boca.

Soltó mi ropa interior antes de que pudiera darme cuenta, bajó su mano hasta esa zona y comenzó a tocar, de forma increíble, haciendo que las piernas me temblaran.

Lo miré con una ceja levantada al ver la forma en que me continuaba observando, con demasiada intensidad.

Siguió bajando de forma peligrosa, pasando por mi cuello y llegando hasta el que creía, era su punto favorito. Mis pechos

Comenzó a tocarlos de forma igualitaria, haciendo que de mi boca solo salieran sonidos unísonos cada vez con mayor velocidad. Llevé mis manos a su torso y acaricié este, haciendo que se acercara más a mi.

Baje mi mano, encontrándome con la toalla que aún seguía cubriéndolo. La solté e inmediatamente sentí su miembro chocando con mi pierna.

El seguía ocupado con su trabajo, así que tomé su cabello entre mis dedos y lo mantuve en el lugar por algunos minutos.

No parecía cansarse, hasta que levantó la mirada hacia mi y volvió a mi boca.

— Ya... Te necesito —. Le dije como pude.

El sonrió y volví a sentir sus dedos en mi intimidad, esta vez, sentí como se hundían en mi poco a poco.

Solté un gemido audible al sentir que entraron por completo y comencé a gritar, cuando la velocidad aumentó.

Cerré los ojos disfrutando cada sensación y escuchando los quejidos que soltaba el.

Sentí que mis piernas comenzaban a temblar en mayor cantidad y entonces... Se detuvo.

Abrí los ojos de inmediato y noté como se levantaba de la cama y buscaba algo en la mesa de noche.

Pero, recordé que no teníamos más de lo que buscaba, tomé aire y sentí que sería el final de ese momento.

— No recordé comprar los preservativos —. Me dijo.

Tomé aire —. No me importa... No pasará nada —. Me quejé —. Ya ven aquí.

Tomé su mano y lo acosté boca arriba, sentandome sobre el.

Como pude lo ubiqué en mi entrada y di mi primer sentón, haciendo que ambos gimieramos sintiendo como el placer invadía mi cuerpo.

Aumenté la velocidad poco a poco y cada vez me acercaba más al clímax. Pero, de nuevo se detuvo. Fruncí el ceño y antes de que pudiera decirle algo, me tomó de la cintura y me dejó debajo de él, volvió a encajarse y entró sin previo aviso.

Subía y bajaba varias veces, el movimiento de caderas era cada vez más rápido y el sonido en la habitación seguía haciéndose presente.

Pasaron algunos minutos y de pronto, mi cuerpo se desvaneció.

Tomé aire y sonreí.

Si, en definitiva lo necesitaba.

Dos semanas antes.

Vera.

Al llegar a casa de Patrick, noté un olor diferente, cubrí mi nariz para evadirlo y corrí hacia su habitación. Mi estómago se dió literalmente la vuelta y unas enormes nauseas se hicieron presentes.

Me senté en la cama y puse una mano en mi vientre bajo y otra en mi frente, tratando de estabilizarme.

— Cielo, ¿Estás bien? —. Preguntó un poco alterado, al entrar a la habitación.

Asentí —. Si... ¿Qué es ese olor? —. Fruncí el ceño.

— Es un nuevo desinfectante con el que limpié en la mañana, ¿por qué?

— Es solo que... —. Cubrí mi boca y corrí al baño, siendo seguida por el.

Apoyé mis manos en el inodoro y entonces esa horrible sensación de vomito, se apoderó de mi garganta.

Me temblaban las manos. Patrick sostenía mi cabello y sobaba mi espalda, tratando de ayudar.

Me senté en el suelo y lo miré.

— ¿Qué ocurre? —. Me pasó un trozo de papel higiénico para limpiarme.

— Es ese olor... Me revolvió el estomago —. Dije con una expresión de asco.

El me miró confundido. Pero no dijo nada, solo me ayudó a levantarme y a lavarme las manos y la cara.

Fuimos a la habitación de nuevo y encendí la televisión.

¿Será...? No, claro que no...

¿O si?


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Perdón por no responder su duda en este capítulo (algunas pistas si hay) pero, en el siguiente sabremos qué pasa, aunque ya es obvio.

Muchas gracias por leer, te quiero 🫶🏻

Amor del buenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora