29.

111 12 3
                                    

ADVERTENCIA DE CAPÍTULO: Mención de ped*filia y viol*ción. También de pensamientos suicidas.

Señor Shaw le volvió a preguntar quién era, pero Muñequito no podía dejar de mirar el cuerpo ensangrentado del perrito frente a él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Señor Shaw le volvió a preguntar quién era, pero Muñequito no podía dejar de mirar el cuerpo ensangrentado del perrito frente a él.

Lo arruinó. Lo arruinó por ser un mal muñeco, por ser desordenado, por no ser perfecto, así que ahora debía pagar las consecuencias.

Apretó sus dientes al sentir el dolor estallando detrás, ahogando su voz por completo. Bueno. Él sería bueno. No un buen chico, pero sí un buen muñeco. Los muñecos buenos no eran castigados y él ya no quería más dolor.

―Estoy enfurecido contigo ―le gruñó Señor Shaw mientras se movía contra él, enviando más sufrimiento por toda su espina dorsal―, tener que irnos de ese lugar por éste otro...

Muñequito fingió no comprenderlo, incapaz de observar hacia otro lado que no fuera Dougie muerto y cubierto de sangre.

Perrito. Rojo. Sangre.

Los recuerdos se mezclaban en su mente y no pudo evitarlo: vomitó la papilla que comió obligadamente cuando llegó.

Señor Shaw gritó de la ira, aunque no dejó de moverse, sólo restregó su mejilla contra ese maloliente vómito, ensuciándolo y haciéndolo llorar en silencio.

«Lo siento», quería decir, sin embargo, no lo hizo, «perdóname, por favor. Seré bueno, pero ya no lo soporto».

Cuando Dougie dejó de respirar, ese monstruo agarró su cuerpo pequeño, caliente todavía, y se lo puso en brazos. Muñequito no dejaba de mirarlo con ojos abiertos en shock, sin entender lo que acababa de ocurrir, sin comprender por qué ese animalito no se movía y tenía sus ojos cerrados.

Muévete. Por favor, muévete.

Pero no hacía nada, sólo estaba quieto.

Señor Shaw lo agarró del brazo, sacándolo de allí apresuradamente. Fuera, estaba ese otro hombre que conocía –el de un ojo extraño, ¿cómo se llamaba?– y lo arrastraron hacia el auto, hablando con velocidad. Shaw le ordenó a ese tipo que limpiara el cuarto, que eliminara las pruebas, para luego subirlo al auto, yendo hacia otro lugar, a otro motel de mala muerte para que no les encontraran.

Ahora estaba pagando las consecuencias de sus actos. De sus errores.

Muñequito quería que todo eso acabara, aunque una parte suya sabía que no se detendría. Muñequito quería regresar con ese hombre y esa mujer que lo llenaban de abrazos inocentes y besos dulces. Quería estar con esos muchachos con quienes se sentaba y le hablaban cariñosamente, haciéndolo reír por las bromas que hacían. Quería estar con ese chico rubio más alto que él, con unos hoyuelos en su rostro, que le decía cosas bonitas al oído y le hacía feliz. Todos ellos le hacían tan feliz.

MUÑEQUITO DE PORCELANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora