—Penúltima semana de clases, ¡por fin! —responde entusiasmada Inés.
—Quiero puro salir de este colegio de mierda—María expresa una sonrisa inocente—mentira—Afirmó a la defensiva.
—Ya—Valentina pone sus ojos en blanco, negando una sonrisa.
Las amigas se reúnen animadamente en el casino, compartiendo charlas sobre la vida sin un tema en específico. María, sintiendo un impulso por contarles a sus amigas lo que sucedió con Manuel, experimenta cierta inseguridad al abordar el tema. Además, guarda en su interior el deseo de relatar las experiencias del pasado domingo por la noche, aunque opta por el silencio debido a la particularidad y la gravedad que conllevaría la situación. Sus amigas se preocuparían mucho y no quiere darle un motivo de preocupación más.
María, inmersa en sus reflexiones, experimenta un dolor de garganta que resulta bastante incómodo. Con plena conciencia de la causa de su malestar, reflexiona: "Si ya sabía a lo que me estaba enfrentando, simplemente debo acostumbrarme". En medio de sus pensamientos, se prepara para aceptar la situación con resignación.
—María, te quedaste pegada —dicen sus amigas. —Siempre te quedas pegada en un punto fijo, amiga. —expresó Valentina.
—Lo siento, ¿qué decías? —dijo María con un nudo en la garganta.
—Te preguntaba si has visto con Manuel —. Valentina responde.
—Sí, nos hemos visto.
María se le puso sus mejillas del color de tomate, ojalá que sus amigas no lo noten...
—Te pusiste roja al pensar en Manuel, María—Valentina e Inés sonríen.
—¿En serio?
Dirige sus manos, en un acto inconsciente, a sus mejillas.
—Era mentira, era para ver como reaccionabas—Inés exclama y se empieza a reír.
Inés y Valentina intercambian una mirada cómplice, desvelando complicidades que María percibe sin necesidad de palabras. Conocen a su amiga mejor de lo que ella misma se conoce.
Ante la expresión de duda en el rostro de María, esta observa a sus amigas. Con sonrisas intrigantes, deciden abordar el tema directamente y le preguntan sin rodeos si le gusta Manuel. Si ya se encontraba sonrojada, difícilmente pueda imaginar el grado de rubor que está experimentando en este momento. La tensión en el ambiente se intensifica mientras María, sorprendida, busca las palabras adecuadas para responder.
—Voy al baño—dijo María, tratando de evadir el tema.
—No quieres ir al baño, María—dijo su amiga.
—Es verdad, no quiero.
Se vuelve a sentar. No es necesario que las amigas pregunten de nuevo aquella pregunta que ha pasado por sus mentes, ya saben la respuesta. María asiente, diciendo qué si le gusta Manuel, saltándose la parte del beso, eso lo contará más adelante.
Las amigas ponen cara de sorprendidas.
—¿En serio te gusta? —pregunta Valentina con una sonrisa.
—Para que mentirles, niñas—pone los ojos en blanco.
—¡Qué emoción! Casi ni nos cuentas de él.
—Es verdad, solo nos hablabas cosas malas de él—afirma Valentina.
María cruza los brazos negando aquel comentario.
—Ya.
—Hay otra cosa que debo contarles —. María se pone nerviosa.
—Suelta la sopa, María Margarita—Valentina dijo ansiosa.
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Los acordes de cómo nos enamoramos.
RomanceUn chico imbécil de la bicicleta. Una chica que toma un acto impulsivo. Un chico que ha perdido su pasión por la música. Una chia cuyo futuro ya lo tiene planeado. ¿Qué sucedería si estas dos personas chocasen en actos impulsivos?