DIECISIETE: Fuego

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Canción del capítulo: Back on 74 por Jungle

Canción del capítulo: Back on 74 por Jungle

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Me lleva a su casa. Y todas mis señales de alerta están encendidas, y no de una manera negativa, sino de una manera en la que temo por lo que pueda hacer porque estoy a punto de saltarle a los brazos y plantarle el beso que he estado deseando ya por varios días.

—No tenía ni idea de a dónde ir —dice, sin voltearme a ver—. Pero si te molesta o te incomoda de alguna manera venir a mi casa, vamos a otro lado.

—¿Me vas a besar en algún momento de la vida? —suelto en un aliento.

No sé de dónde salen las palabras. O sea, no sé si es literal mi desesperación porque haga algo más, y de verdad espero no sonar tan desesperada como me siento.

Hugo sonríe.

—¿Quieres que te bese?

—Acabas de arruinar el momento —exhalo, tomando la manija de la puerta para salir del auto, pero antes de que pueda hacer algo más, siento como Hugo posa una mano en mi mejilla, volteándome hacia él, y plantando sus labios en los míos.

Y el beso es mágico. Hace que algo estalle en mi pecho. Empieza suave, lento, como una caricia, pero de un momento a otro, como si los dos necesitáramos más del otro, se vuelve más agresivo, con más ansias, más apasionado. No sé en qué momento me aferré a él, tomándolo de su pecho, jalando su camisa, y tampoco sé cómo terminé sentada a horcajadas encima de él, pero el volante se está clavando en mí, y cuando siento que me está faltando el aire, jadeo, y el claxon del coche suena, haciéndonos saltar a los dos.

Hugo suelta una carcajada, y yo me uno a él, pero me muero de la vergüenza también, estoy literalmente sentada en él, no he soltado su camisa, y me inclino hacia su pecho, escondiendo mi cara de la suya. Mis labios arden, pero es la mejor sensación del mundo, y no es lo único que se está incendiando dentro de mí tampoco, lo cual hace que me enrojezca aún más.

—No sé cómo no se derramó el café —bromea Hugo. Su tono de voz es mucho más rasposo, más profundo, y provoca el fuego dentro de mí —. Pero necesitamos movernos antes de que la administración baje por el ruido.

Lo suelto de inmediato, y no sé ni cómo moverme sin hacerlo de manera incómoda, pero Hugo, me ayuda, pone sus manos en mi cintura y me ayuda a levantarme, y casi derramo el café ahora sí, cuando paso mi pierna de regreso a mi asiento. No lo puedo evitar, me muero de la pena, y me tapo la cara.

—Perdón —murmuro.

Quisiera ser invisible ahorita mismo.

—Ey, ey. No tienes que pedir perdón por nada, hermosa. —Hugo toma mi mano, separándola de mi cara. Trago fuerte. Me está viendo como si fuera el mejor postre en el buffet —. No sé ni qué pasó, pero me encantó. Y aclaro que no te traje a mi casa con otras intenciones, pero si subimos, no puedo asegurar que me pueda comportar como todo un caballero —bromea.

Convenio sin acuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora