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Me despierto con los suaves ronquidos de JungKook, que tiene los labios en mi oreja. Tengo la espalda pegada a su pecho y él me rodea la cintura con las piernas. Los recuerdos de anoche me hacen sonreír antes de que el pánico sofoque la euforia.¿Sentirá lo mismo el día después? ¿O me torturará y se mofará de mí por haberme ofrecido a él anoche? Me vuelvo lentamente para mirarlo, para examinar sus rasgos perfectos mientras su sempiterno ceño fruncido permanece relajado por el sueño. Le paso el dedo índice por el aro de la ceja, luego por el cardenal de la mejilla. Tiene mejor el labio y los nudillos porque anoche al final me dejó que se los limpiara bien.

Abre los ojos cuando mis labios acarician los suyos con avidez.

— ¿Qué estás haciendo? —me pregunta.

No logro descifrar su tono y eso me pone nervioso.

— Perdona..., sólo estaba... —No sé qué decir. No sé de qué humor se habrá despertado después de que anoche nos quedáramos dormidos el uno en brazos del otro.

— No pares —susurra, y vuelve a cerrar los ojos.

Me quita un peso de encima y sonrío antes de dibujar de nuevo la forma de sus labios carnosos, con cuidado de no tocarle la herida.

— ¿Qué planes tienes para hoy? —pregunta unos minutos más tarde abriendo otra vez los ojos.

— Voy a ayudar a Elizabeth con el invernadero —le digo mientras se incorpora.

— ¿En serio?

Seguro que se ha enfadado. No le gusta Elizabeth, a pesar de que es una de las personas más dulces que he conocido.

— Sí —musito.

— Bueno, imagino que no tengo que preocuparme de si vas a gustarle o no a mi familia. Creo que les caes mejor que yo. —Se ríe, me acaricia la mejilla con la yema del pulgar y me estremezco—. El problema es que si sigo viniendo por aquí mi padre va a pensar que empiezo a aceptarlo —dice con tono de broma pero una mirada muy seria.

— A lo mejor tu padre y tú podríais pasar un rato juntos mientras Elizabeth y yo estamos en el jardín —sugiero.

— Ni hablar —protesta—. Regresaré a mi casa, a mi verdadera casa, y esperaré a que vuelvas.

— Me gustaría que te quedaras. Tal vez tarde, el invernadero va a necesitar bastante trabajo.

Parece que no sabe qué decir. Me resulta muy tierno que no quiera estar lejos de mí mucho tiempo.

— No sé, Yoon... Además, no creo que mi padre quiera pasar un rato conmigo —murmura.

— Pues claro que quiere. ¿Cuándo fue la última vez que estuvisteis los dos solos en la misma habitación?

Se encoge de hombros.

— No lo sé... Hace años. No sé si es buena idea —dice pasándose las manos por el pelo.

— Si estás incómodo, siempre puedes hacernos compañía a Elizabeth y a mí —le aseguro.

La verdad es que me asombra que esté pensando en pasar un rato con su padre.

— Vale... Pero sólo lo hago porque la idea de dejarte... aunque sólo sean unas horas... —Se detiene. Sé que no se le da bien expresar sus sentimientos, por eso aguardo en silencio, dándole tiempo para encontrar las palabras—. Bueno, digamos que es peor que pasar un rato con el cretino de mi padre.

Sonrío a pesar de lo que acaba de llamar a Ken. El padre que JungKook recuerda de cuando era niño no es el mismo hombre que está ahora aquí, y espero que JungKook se dé cuenta algún día. Me levanto de la cama y me acuerdo de que no tengo ropa que ponerme, ni cepillo de dientes ni nada.

KOOKGI : DESPUÉSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora