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Elizabeth sonríe agradecida cuando me ofrezco a ayudarla con los platos, y parece sorprenderle un poco que lo haga. Lleno el lavavajillas mientras ella friega las fuentes. Me doy cuenta de que la vajilla parece recién estrenada, y pienso en el estropicio que JungKook causó la otra noche. Puede llegar a ser muy cruel.

— Si me permites la pregunta, ¿cuánto tiempo lleváis saliendo JungKook y tú? —Se ruboriza al preguntarme, pero le dedico una cálida sonrisa.

Haciendo lo posible por evitar el tema de salir juntos, digo:

— Nos conocemos desde hace un mes más o menos; él es amigo de mi compañera de habitación.

— Sólo conocemos a unos pocos amigos de JungKook. Tú eres..., bueno, eres distinto de los demás.

— Sí, somos muy diferentes.

Los relámpagos destellan en el cielo y la lluvia comienza a golpear las ventanas.

— Vaya, está cayendo una buena ahí fuera —señala, y cierra la pequeña ventana que hay frente al fregadero—. JungKook no es tan malo como parece —dice entonces, aunque en realidad da la impresión de que se lo esté recordando a sí misma—. Lo que pasa es que se siente herido. Me encantaría creer que no será así siempre. Debo decir que me ha sorprendido mucho que viniera hoy, y creo que ha sido gracias a tu influencia sobre él.

Cogiéndome desprevenido, se acerca a mí y me abraza. Sin saber muy bien qué decir, le devuelvo el abrazo. Al separarse, mantiene sus cuidadas manos sobre mis hombros.

— De verdad, gracias —dice, y acto seguido se seca los ojos con un pañuelo que saca del bolsillo del delantal antes de seguir fregando los platos.

Es demasiado amable como para decirle que no tengo influencia alguna sobre JungKook. Simplemente ha venido esta noche porque quería fastidiarme. Cuando acabo de llenar el lavavajillas, miro por la ventana y me fijo en las gotas de lluvia que se deslizan por el cristal. Cabe destacar que JungKook, que odia a todo el mundo excepto a sí mismo, y quizá a su madre, tiene a toda esta gente que se preocupa por él y, sin embargo, se niega a preocuparse por ellos. Es afortunado por tenerlos..., de tenernos. Sé que soy una de esas personas. Haría cualquier cosa por él; aunque lo niegue, sé que es verdad. Yo no tengo a nadie, excepto a Jimin y a mi madre, y ni siquiera los dos juntos se preocupan tanto por mí como la futura madrastra de JungKook se preocupa por él.

— Voy a ver a Ken. Estás en tu casa, cielo —me dice Elizabeth.

Asiento y decido ir a buscar a JungKook, o a SeokJin, al primero que encuentre.

No veo a SeokJin por ninguna parte de la planta baja, así que subo la escalera y me dirijo a la habitación de JungKook. Si no está arriba, supongo que iré a sentarme abajo yo solo. Giro el pomo, pero la puerta está cerrada con llave.

— ¿JungKook? —Intento hablar bajito para que nadie pueda oírme. Golpeo la puerta con los nudillos, pero no oigo nada. Cuando me dispongo a darme la vuelta, se oye el ruido de la cerradura y abre la puerta. —¿Puedo pasar? —le pregunto, y asiente una vez y abre la puerta lo justo para que entre.

Corre una brisa por la habitación y el fresco olor de la lluvia entra por el ventanal. JungKook se aleja y se sienta en el banco empotrado levantando las rodillas. Se queda mirando el exterior, pero no me dice una sola palabra. Tomo asiento frente a él y espero mientras el constante repiqueteo de la lluvia crea una melodía relajante.

— ¿Qué ha pasado? —Me decido a preguntar. Cuando me mira con cara de confusión, le explico—: Abajo, quiero decir. Me estabas dando la mano y... ¿por qué la has retirado? —Me avergüenza el tono de desesperación de mi voz. Sueno un poco pesado, pero las palabras ya están dichas—. ¿Es por las prácticas? ¿Es que no quieres que las haga por algo? ¿Porque te ofreciste tú antes a ayudarme?

— De eso se trata, YoonGi —dice, y vuelve a fijar la vista en el exterior—. Quiero ser yo el que te ayude, no él.

— ¿Por qué? Esto no es una competencia, tú te ofreciste antes, y te lo agradezco. —Quiero que se relaje con este tema, aunque no entiendo por qué es tan importante.

Deja escapar un suspiro airado y se abraza las rodillas. El silencio se instala entre nosotros mientras ambos miramos por la ventana. El viento vuelve a soplar meciendo los árboles de un lado a otro, y los relámpagos se hacen más frecuentes.

— ¿Quieres que me vaya? Puedo llamar a Momo y ver si NaYeon puede recogerme —susurro.

No quiero marcharme, pero permanecer aquí en silencio con JungKook me está volviendo loco.

KOOKGI : DESPUÉSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora