El mundo no estaba preparado para que el tigh end más reputado de los Kansas City Chiefs se metiera en la vida de la cantante del momento y que tal vez terminasen en un fenómeno mediático.
El jugador de fútbol americano, Travis Kutcher; está dispu...
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Travis tenía su plan más que premeditado. Entre sus ansias se encontraba la saciedad de tomar el bolígrafo, echar un par de firmas y concretar un acuerdo monetario para cerrar su dimisión en la liga. Pero no todo era color de rosa, él sabía perfectamente las consecuencias que vendrían si tomaba la decisión por bandera. Al frente, el presidente Roger se aferraba a que eso pasase pero no tenía otra elección. Era Travis quien tenía uso de su poder y su destino con la NFL.
—¿Hay alguna causa ajena o terceras personas involucradas en su deseo de dimitir su puesto como jugador de la liga, señor Kutcher? —arqueaba Roger una ceja mientras miraba fijamente a Travis —Aún estamos a tiempo de recular su estúpida decisión.
Un suspiro tensaba el ambiente de aquel gélido y sombrío habitáculo donde millones de dólares estaban en juego por la imagen pública del jugador sobre el campo. Travis no había perdido la cabeza, sabía lo que realmente hacía y no le importaba perder un buen puñado de billetes verdes para edulcorar así su nueva vida.
Se reincorporó sobre la silla y apretó sus puños sobre la mesa redonda de cristal ante el incompetente de su presidente que parecía lastimar sus causas ajenas, ya que a la directiva y la cúpula de la liga solo le importaban los números.
—Si hubiese querido dar pasos en vano, tal vez hubiese venido acompañado de mis padres, de mi querido y adorado hermano o incluso pondría la mano en el fuego, de mi futura esposa —apretaba Travis sus labios manifestando sus emociones a flor de piel —Y no lo he hecho porque soy yo quien debo resolver mis problemas.
—Travis, quiero entenderte pero eres una de las estrellas de nuestra liga. Tu equipo te adora, para ellos eres un golpe de suerte. Los Kansas City Chiefs cambiarán de rango si desapareces de su plantilla. ¿Sabes el riesgo que conllevaría tu decisión? —ponía Roger sobre la mesa el efecto secundario al asunto.
Unos segundos de silencio invadieron la sala mientras Travis tragaba saliva al punto de volver histérico. Se sentía como si nadie lo escuchase. Solo veían su porte de jugador, el número 87 clavado en su pecho.
—No tengo nada que perder, señor Stewart —negó rotundamente —Me enfrentaré a todos los frentes que hagan falta con el objetivo de recuperar mi reputación.
—Hemos apostado lo mejor para ti durante todo este tiempo —recalcaba Roger con cierto ímpetu —¿Un solo desliz es la principal causa de tu marcha? Cualquier estrella tiene sus altibajos.
—Todo son apuestas hasta que el jugador se convierte en un mono de feria. Es eso ¿cierto? —rechistaba Travis, evitando mirarle a los ojos —Habéis abusado de mi privacidad en el momento más vulnerable de mi vida —golpeaba Travia la mesa de un golpe en cuanto Roger evadía por completo el momento más trágico de su intimidad en el momento que ambos fuimos objetivo de prensa.