Capitulo 3.0

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Melissa.

Mis manos se encontraban entumecidas por el frío, había olvidado traer mis guantes y el clima de invierno se hacía más presente en la ciudad. Mi respiración al exhalar salía un pequeño humo.

— Cada día se pone peor.

Balbucee llegando a la cafetería que me habían citado horas antes. De inmediato entré, llenandome del calor que producía la calefacción del lugar. Sonreí en grande al ya no sentir aquel entumecimiento en mis manos.

— Hey, hola. Estoy aquí.— mis ojos se dirigieron de inmediato a donde provenía la voz. Sonreí levemente acercándome.

El hombre alto de 1.90 centímetros aproximadamente, se levantó. Me detuve en seco al tenerlo frente a mí.
Mi cuerpo lucía pequeño a su lado prácticamente.

— La última vez que te ví no medias tanto, Harry.— espeté sorprendida, mis ojos escanearon su cuerpo. Tenía buen físico ¿Había comenzando a hacer ejercicio? Lo más probable.

Él extendió la mano, haciéndome saber que me sentaran. Su mano hizo para atrás la silla, facilitándome el trabajo de hacerlo por mí misma. Sonreí agradecida sentándome.

— y dime ¿A qué se debe tal visita?— pregunté tomando un poco de té que él anteriormente había encargado.

— Uhm.— murmuró un poco dejando su taza de lado.— Quería verte. Llevo años sin mirar tu hermoso rostro, issa.— sonrió.

— Ya habíamos quedado en que no me gusta que me digas Issa.— le dí una mala mirada volviendo a tomar un poco de té.— solo fueron tres años, no es como si la última vez me hayas visto en la escuela.

Hizo una pequeña mueca con su boca.— Veo que sigues siendo la misma que conocí en preparatoria.— Rodó los ojos.

— Pues claro, soy Melissa Kurvog, es mi estilo de vida.— sonreí orgullosa.

— ¿Todos los Kurvog son así?— negó con la cabeza por fin riendo.— ¿Todavía ocupas el trabajo de tu madre en la mansión Rivers?

Asentí de mala gana.

— Sí, todavía lo sigo ocupando. Jason paga bien y solo debo hacer unas cuantas cosas. Además, me facilita el trabajo porque nunca está en casa, siempre anda en su empresa o en hoteles cogiendose a otras.— solté con seriedad bajando la voz a lo último.

— Se te nota.— fruncí el ceño ante sus palabras.— Se te nota que sigues enamorada de él.

Tosí al instante sonrojándome. ¿Era tan obvia? Oh por Dios.

— Claro que no. Ya no lo estoy. Eso fué solo amor adolescente.— espeté nerviosa.

— Claro, y yo soy una estufa andante.— sus palabras me hicieron hacer un pequeño puchero, ya rendida, dándole entender que era cierto.

— tú ganas. Sí, todavía me gusta. ¿Cómo no hacerlo? Prácticamente toda mi infancia estuvo en esa casa junto con él. Los sentimientos crecieron por si solos, no es mi culpa.— suspiré agotada de tantos sentimientos. Los recuerdo me invadieron en el momento.

.....

— eres hermosa ¿Lo sabes?— pronunció el pequeño niño, observando a la pelicastaña.

Una pequeña sonrisa apareció en los labios de la menor con un sonrojo leve en sus mejillas.

me lo repites siempre, Jason. Y gracias por decir que soy hermosa. Te quiero.— abrazó al contrario siendo correspondida de inmediato.

cuando crezca le diré a mi padre que prepare nuestra boda, nos casaremos.— Sus tiernas palabras causaron que la niña soltara una risita nerviosa separándose del abrazo.

La Duna del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora