Melissa
Cobré conciencia.
Por fin había despertado; mi cabeza me dolía demasiado. Cuando abrí mis ojos, todo estaba oscuro, inclusive llegué a pensar que había quedado ciega pero caí en cuenta que no lo estaba. Algo cubría mi cabeza y por ende mis ojos.
Moví mis manos, estas estaban atadas y mis pies igual. Un olor nauseabundo reconocí. Olía realmente asqueroso, a sangre vieja y algo putrefacto.
Escuché pasos y me mantuve alerta.
— Está ahí, señor.—reconocí la voz. Era la voz del hombre que me puso eso en mi nariz.
« Juro que cuando vea quién es, lo mataré. »
Se acercaron a mí a pasos lentos. Presentí que me observaban.
Me quitaron el saco que tenía en mi cabeza y la luz que alumbra ahí, golpeó mis ojos y de inmediato los cerré. Poco a poco me fuí acostumbrando, hasta que levanté la cabeza y poder ver a la persona que estaba fremte a mí.
— Que bueno que despiertas, Melissa.
— Niccolo... ¿Qué crees que estás haciendo?— pregunté apenas lo reconocí.
— No lo sé, ¿tal vez tener lo que me pertenece? ¿Qué hay de malo con eso?
— No te pertenezco, Niccolo. Estás enfermo. ¿Sabes que estoy es secuestro, no?— mis palabras solo le ocasionaron risa.
— Claro, es más divertido así ¿No crees?- no respondí.— es bueno verte nuevamente. Por fin, tenerte para mí, aquí.
— Déjame ir.— dije.
— No pienso hacerlo. Te he dejado escapar durante años, ya es hora que reclame lo que es mío.
Odiaba que él dijera eso.
Desde niños- antes de que mi mamá se separara de mi padre, vivíamos en un pueblo, alejado de todo lo urbano. Las personas que vivíamos en ese pueblo, éramos personas que podrían llegar a llamarse de bajos recursos- había conocido a Niccolo por el trabajo de papá. Mi padre era empleado del suyo; ellos eran personas muy poderosas, el pueblo era suyo y los que vivíamos ahí éramos sus esclavos y trabajábamos para ellos.
Nuestras vidas siempre les perteneció a los Riogi.
Cuando conocí a Niccolo, digamos que no nos llevamos muy bien. Su vibra era extraña al igual que la de su familia, por alguna razón me causaban terror.
Un día, papá perdió una apuesta y decidió pedirle adelanto a su jefe, el señor Christopher, el patriarca de ese momento. Mi padre había prometido pagarselo con más trabajo.
Los primeros meses, mantuvo su palabra, pero luego, comezó a faltar con regularidad y después era más frecuentes.
Recuerdo - Muy vagamente- como los hombres del señor Christopher llegaron y destruyeron lo poco que teníamos en casa y de paso mandaron la carta de despido a mi padre y la cuenta que les debía incluyendo los intereses. Iban a matarnos ahí mismo, pero mi padre para salvar su pellejo, decidió entregarme a mí como pago; ofreciendome como sirvienta y juguete para Niccolo.
Es muy poco lo que recuerdo de ese día, pero, días después sé que fueron a buscarme para llevarme a casa de los Riogi.
Desde entonces había vivido un infierno ahí, Niccolo me hacía bromas junto a los amigos que él llevaba a casa y también en la escuela donde estábamos, porque claro, su padre por alguna razón llegó a encariñarse conmigo y quiso darme una buena educación.
Pero sé que escapé de ahí, de ese infierno bajo el mandato de Niccolo y escapé con mi madre.
Y ahora, volví a caer en las manos de él y estoy segura que no me dejará ir.
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La Duna del amor
RomanceEn un mundo donde las líneas entre el amor y el deber se desdibujan, Melissa, la hija de una empleada, se encuentra atrapada en una trama de sentimientos contradictorios. Tras la muerte de su madre, Melissa asume el papel de su madre en la mansión d...