Cap. 9

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Gojo estaba recargado en la silla de su oficina, no quería que terminara su horario laboral, cosa que nunca pasaba, eso era tan extraño siempre quería salir corriendo de esa estructura llena de hormonas.

Suspirando comenzó a guardar las cosas con la esperanza de que cuando regresara a casa Geto no se encontrara ahí.

— ¿Cómo sigues? —pregunto Utahime cuando Gojo abrió la puerta de su oficina ya con sus cosas a la espalda.

— Bien, creí que me daría una resaca o algo, pero todo bien —dijo el albino mientras avanzaban por el pasillo hombro con hombro.

— Bien, pero no te preguntaba sobre eso —Utahime miro seria a Gojo, el personal de la institución estaba en su hora de salida así que había varias personas en el pasillo— ¿Qué sucedió con tu esposo?

La pelinegra no quiso decir el nombre de, susodicho en voz alta, era un secreto por una razón.

— Uhm. —Gojo se rasco la cabeza y luego comenzó a reír algo ligero, la mujer alzó una ceja, su primo tenía una risa de loco que no sabía disimular muy bien— Es...

— Mejor no me digas nada...

La risa de Gojo inundó el pasillo, algunos de los presentes miraron al hombre que reía para no recordar que se sentía tan desanimado sobre la situación en su casa.

En el estacionamiento de la institución la pelinegra se detuvo frente a su vehículo y esperó para ver a Gojo aun avanzando sin mirar atrás, había dejado de reír y se veía tan gris que no sabia que decirle.

— Si sucede algo me llamas —fue lo único que atino a decir antes de que el albino metiera las cosas en su carro y luego entrara.

Estaciono en el camino de entrada, miró la entrada de la casa algo lejos, no quería entrar porque no sabia que encontraría. ¿Geto seguiría ahí?

Gojo nunca fue alguien miedoso, pero en ese instante le aterra entrar en casa y encontrarse con el pelinegro en la sala de estar tomado de la mano de la chica peliblanca.

Su mente comenzaba a jugarle bromas.

¿Antes en algún momento de su relación fue tan inseguro? ¿o los años, casi llegar a los treinta y estar casado en secreto con una estrella de rock mundialmente conocida le estaba pasando factura?

Por más que quisiera Gojo no podía ni debía de quedarse en el auto, tenía que enfrentar todo lo que se viniera, su madre no había criado a un miedoso, a un egocéntrico si, pero miedoso nunca.

Al cerrar la puerta de entrada se topó con la casa en un profundo silencio, ni siquiera Cruse maulló por comida, que era lo usual.

Dejó sus cosas en la mesa del comedor y fue a revisar el plato del gato, tenía restos de comida con algo de humedad señal de que comió recientemente. Geto debió de darle antes de salir o estaba en casa.

Se taló el rostro tomando un vaso de agua y emprendió su camino a la siguiente planta, a su habitación era imposible que el pelinegro estuviera ahí, cuando estaba por casa solía pasarse el tiempo en la sala o en el gimnasio en el sótano.

La habitación desierta lo saludo, no había rastro de su esposo, pero por lo menos sus cosas siguen estando ahí. Cambió su ropa por algo más cómodo, una de las playeras feas que solía traerle de sus viajes, no es que le gustaría recordarle que tenían ciertos rituales o todo lo que compartían para que recapacitara en su idea de aventura con esa chica.

Gojo quería morder a alguien y que sangrara.

La violencia no era la respuesta, pero estaba tan lleno de rabia, desconfianza y soledad que posiblemente terminaría golpeando a alguien o algo. Justo lo que no había hecho en meses de gira de Geto lo haría cuando su esposo estaba en casa.

El esposo del profesor ¹ ↦SugusatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora