Isla

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Esa mañana había despertado un poco más tarde que de costumbre ya que realmente necesitaba descansar un poco, se lavó la cara se arreglo el pelaje y desayuno algo antes de darse cuenta que tenia que arreglar un poco antes que su aprendiz llegara y comenzara a hacer comentarios sobre que esta todo mal organizado.

Wukong tomo la escoba y sin muchas ganas de limpiar lo hizo de todos modos, a lo largo de la mañana un sentimiento extraño aparecía en su pecho y comenzaba a hacer ruido cuando ya habían pasado 30 minutos mas de la hora acordada con respecto a la hora de llegada del chico. Sabia que era fuerte y que no le pasaría nada... ¿o sí?, después de lo que paso con... "la muerta"; No se atrevía aun a decir ese asqueroso nombre, la sensación de sentir como se retorcía debajo de su piel y el como casi no tenia conciencia ni control de su propio cuerpo lo tenia asqueado, siempre decía que estaba bien, pero llegaba un punto en el que la sensaciones y sentimientos sobrepasaban a su propio glamur.

Después de otros diez minutos esperando a que el chico llegara, intentando convencerse (mentirse) que quizá el demonio cerdo lo retraso con otro pedido o quizá esa chica dragón lo convenciera de jugar su asombroso juego patentado por él, no fuese suficiente para mantenerse quieto y dar vueltas como un loco, tomo la decisión de ir a buscarlo, no sabia porque sus poderes desde hace un tiempo comenzaban a fallar un poco, reconocía que en las últimas batallas había estado algo oxidado y que no se encontraba en la mejor etapa de la vida, quizá su yo más joven podría haberse echo cargo solo de la situación y después quejarse sobre que los demás le estorbaban en las batallas, y ósea; lo admite, era realmente molesto, pero así nadie se hubiese visto involucrado y terminar heridos y traumados, por eso actuó así sobre el fuego de sama di, si hubiera sabido que no estaba tan bien que digamos habría pedido ayuda, lo cual es mentira, pero al menos así se siente menos culpable por ser un imbécil.

Regresando al punto principal, llego a la costa de la isla, donde el chico suele llegar, y efectivamente, no había ningún rastro de él, busco alrededor de toda la isla y nada, poco a poco en su cabeza comenzaron a aparecer escenarios donde sale lastimado, capturado o algo peor, ¡Ya está!, estaba entrando en pánico, tomo algo de ropa para "parecer mas humano" y con la intención de zarpar quiso convertirse en un ave para volar lo más rápido que podía, pero nada, no podía siquiera cambiar un poco, ahora la palabra pánico quedaba corta para la situación, ahí está de nuevo, la falla en sus poderes y habilidades comenzaba a preocuparlo, siempre podía lograr superarla con un poco más de esfuerzo, pero en este momento, ni con todas sus fuerzas podía lograrlo, no le quedo otra opción y llamo a su fiel compañera de viaje, una nube hermosa y esponjosa bajo de los cielos y paro a un costado del mono dorado, invitándolo a subir en ella, quien la llamo subió desesperado a esta, con la intención de inspeccionar cada rincón de la ciudad zarpo a toda velocidad.

En otro lado de la ciudad, un chico repartidor entro a un sitio que le parecía conocido, demasiado distraído para darse cuenta donde era.

El viejo teatro de sombras daba honor a su nombre, casi todo estaba obscuro y frio, a excepción de una pequeña mesa iluminada con una luz titilante y débil, una voz extraña lo llamaba a dejar su pedido en aquel lugar y justo cuando lo hizo...

-lo deje en la mesa- tartamudeo nervioso por la aura misteriosa y tenebrosa que lo rodeaba- Gracias por su comp- cayo de repente al escuchar que la puerta por donde ingreso se cerraba de golpe, cosa que lo hizo saltar en su lugar, seguido de esto la única luz se apagó como el último suspiro que se da al morir- ¡SI ME VAS A COMER, TENGO QUE ADBERTIRTE QUE NO TENGO BUEN SABOR!- Grito lo más fuerte que su garganta y pulmones le permitían, se aferró al basto que saco casi por instinto y espero un intento de ataque de lo que sea que lo estuviese cazando en las sombras.

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