↬ Dottore's Fanfic ¦ Los dioses son crueles, enfermos y retorcidos. Durante quinientos años, creyó que estaba destinado a estar solo. Lo había aceptado durante mucho tiempo, incluso había abrazado su realidad. Es decir, hasta que una noche de plen...
໒✦⋮ "Tres veces que los segmentos te encontraron sin darse cuenta, y una vez que lo hicieron".
໒✦⋮ Construcción de mundo, breve mención de alcoholismo y abuso infantil implícito (no al lector), totalmente sin editar (¡no tuve tiempo! ¡lo siento!) ¡recordatorio de que la lista de segmentos está en la lista maestra si es necesario!
໒✦⋮ Cumple con el canon en su mayor parte.
[ Debido a sus estudios el autor @dottores ha hecho una pausa en su historia "Heliotropes", informando que regresaría a escribir a mediados de Diciembre.]
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I. EL SEGMENTO KAPPA Y EL SEGMENTO EPSILON; LECTORA, 6 AÑOS
Sentías frío. Suaves bocanadas de aire salían de tus labios, temblorosos y débiles. Estabas hecha un ovillo en el suelo y una parte de ti sabía que tenías que moverte, pero no te atrevías, tenías la sensación de que tus extremidades estaban congeladas en el suelo; tal vez fuera así, apenas podías abrir los ojos para comprobarlo.
La tormenta había amainado, breve y brutal como solía ser, pero habías sido incapaz de encontrar refugio antes de que se desatara. El pueblo tenía que estar cerca, oías a la gente salir de sus casas para arreglar sus propiedades de la destrucción de los duros vientos. Era cuestión de tiempo que alguien te viera acurrucada en el suelo, llevabas una capa de color púrpura brillante. Tu madre te encontraría, vendría a rescatarte, te llevaría a casa y te prepararía chocolate caliente como solía hacer durante las malas tormentas antes de que tu padre se marchara a la Ciudad de Fontaine.
Parecía una eternidad. Podría haber sido una eternidad, no lo sabías. Lo único que sabías era que todo estaba frío, que te sentías lenta y perezosa, que empezabas a tener dificultades para respirar porque el aire parecía carámbanos raspándote los pulmones. Estabas cansada, sentías que te quedabas dormida, pero como vivías en la frontera norte, sabías que tenías que llegar a un lugar cálido antes de quedarte dormida, de lo contrario no podrías despertar.
Sin embargo, no podías moverte, pensabas que deberías sentirte asustada y que sin duda deberías estar llorando, pero ni siquiera podías hacer eso. Y a medida que pasaban los minutos, lentos y agonizantes, empezaste a cuestionarte si alguien te encontraría a tiempo. Cuanto más empezaban a surgir esas dudas, más atractivo se volvía el alivio del sueño: al menos, si dormías, no tendrías que esperar sola a que pasaran esos minutos helados y angustiosos. Podrías soñar con tu madre y tu padre, con Sylvie y Elliot, tal vez incluso con tu alma gemela. Habías oído que algunas personas favorecidas por los Dioses soñaban con su alma gemela mucho antes de conocerse.
Tus débiles respiraciones empezaron a calmarse a medida que te dejabas llevar por la calma, pero justo cuando estabas a punto de quedarte dormida, lo oíste: el crujido de la nieve, rápido y fuerte en tu dirección. Te obligaste a abrir los ojos, lloriqueando mientras el hielo y la nieve que te cubrían el rostro te desgarraban dolorosamente la piel, y, a través de pequeñas rendijas, observaste una figura que corría hacia ti.
