the end

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NO ES como que las cosas hayan salido bien. De hecho, salieron como el culo.

No solo había quedado afuera de la libertadores, si no que también perdió la última final. Pero ya había tomado una decisión; irse a Brighton a fin de año.

Le dolía como nunca, porque tenía que dejar su vida acá; a su familia, sus amigos, sus mascotas, s club, su país y por sobre todas las cosas, su novio.

Agustín. Agustín Giay. Es el estereotipo perfecto de un hombre de verdad. Esos que te tratan como si fueras lo único que existe en su atmósfera. Los dientes que poseía brillaban más que el sol, al igual que sus ojos. Esas situaciones que se pueden arreglar con solo una mirada o una sonrisa, esas que te hacen saber que está, que Agustin esta presente. Sus rizos marrones color chocolate, que cuando los tocas sentis que estás en las nubes. Sus músculos brazos, que cuando te abrazan entras en un espacio de comodidad absoluta. Y ni hablemos de sus labios, eso que tenían sabor a menta, y que cuando los probas, solo están ustedes dos, no existe nada más, solo vos y él.

Si vos le decías al Valentín de hace un año que iba a estar de novio y bien enamorado de Agustín, te hubiera mandado al psiquiátrico. Simplemente no podría imaginarlo.

— Hola amor. —Agustín apareció, tomando de la cintura a su novio, apoyando la cabeza en su hombro—. ¿Qué estás cocinando?

— Es una sorpresa. —se dio vuelta, dándole un pico y dejando al otro con ganas de más—. No, ahora no.

— Dale, ¿por qué no?

— Porque vienen los chicos, y no vamos a coger para que no pueda caminar en mi cena de despedida.

— Sos un aburrido. —se quejó con un puchero.

— Y vos sos un caprichoso.

— No es verdad, gordo.

— Sabes que si Agus. —dije riéndome.

— Un poquito aunque sea. Te lo hago despacio.—formó un beso con sus labios.

— Ni una gota. Ahora dejame preparar las milanesas.

— Te odio. —y antes de que pueda retrucar sonó el timbre—. Voy yo.

No pasó mucho tiempo hasta que Luka, Matías y Juan se asomaron por la puerta principal.

— ¡Hola colito! —Romero se abalanzó encima mío, cosa que no me gustó pero ni un poco—. Que cara de orto tenes siempre.

— Con los chicos deducimos que tu cara ya es así, o sea, naciste con cara de ojete.

Por primera vez desde el mundial, Valentín sonrió ante un comentario de Gauto.

— Los felicito por semejante deducción. —habló.

— Muchas gracias colorado. —Gauto abrazó a su amigo.

— Lo soltas ya.

— Ay la tóxica. —bromeó Matías.

....

El viento veraniego le llegaba directamente a la piel, causándole una sensación satisfactoria.

— ¿Pensas en algo? —Luka se sentó al lado suyo.

— En todo.

— Ey, no te maquines tanto.

— Es que no lo puedo evitar, no sé si hice bien en irme.

— Mira, yo considero que merecías irte a Inglaterra.

— Pero, ¿y si lo hago mal? ¿si pierdo el nivel? No quiero volver a decepcionar a nadie.

— Solo vos pensas eso, espero que seas consiente. —no me convencía para nada lo que me estaba diciendo—. A ver, Valen. Vos sos capaz. Vos podes. Tu único límite es tu cabeza, se que cuesta, pero creo que lo dije varias veces, nada es imposible. Está en tu cabeza y no te deja darte cuenta de que lo tenes todo para brillar .

— ¿Decís?

— No, no se trata de lo que yo piense. Sentate y pensa que primero y principal tenes una familia, amigos, comida, casa. Después sabe que tenes capacidad y todas las condiciones que se necesitan para triunfar totalmente.

Me levanté de mi asiento y fui a darle un abrazo.

— Te quiero, aunque me caigas mal a veces. —confesé.

— Ey. —se quejó—. Te voy a extrañar Colito.

— ¡Chicos! ¡Vamos a la pile! —gritó Matías.

Luka salió corriendo, podía verlos a casi todos. Faltaban dos personas, una sorpresa que tenía preparada para los chicos.

— Yo ahora voy, acomodo algunas cosas primero.

El timbre sonó.

— Hola chicos. —salude sonriendo.

— Hola tío, ¿qué tal te va? —la tonada la reconoces en cualquier lugar, Nico Paz y Ale Garnacho estaban en la puerta.

— Todo bien, ¿y ustedes? Vengan que afuera están los chicos.

— ¡GARNACHO! —grito mi novio.

Se abrazaron y ese momento por alguna razón se sentía correcto, como que debía pasar. Se sentía bien, no quería que termine. Pero me acordé de las palabras de Luka, y solo dije:

— Vamos a meternos a la pile de una vez. —y todos corrieron y saltaron.

Busque a Agustin con la mirada, lo encontré.

— Hola, amorcito. —me dijo.

— Hola gordo. —lo abrace—. Te voy a extrañar mucho.

— Yo también, pero nos vamos a seguir viendo.

— Te amo. —no le di tiempo a responder.

— Preparate porque cuando se vayan los chicos no vas a saber ni que es el fútbol. —me susurró con vos ronca.

— Sos un tarado. —bromee.

— Y vos amas a este tarado.

por sobre todo lo malo | gialenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora