eleven

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— Juli, no puedo hacer esto. — Valentín miraba el consultorio mientras se removía nervioso.

— Estoy seguro de que si, te va a hacer muy bien. Igual, no quiero que te sientas obligado, si queres nos vamos.

El menor pareció pensarlo durante unos segundos, pero luego dijo que estaba bien.

— Entonces perfecto, encima la mina es un amor. — Julián sonrió. — Fue con Enzo a la secundaria, son amigos íntimos pero yo la conocí en River. Jugaba voley.

— ¿Y qué pasó?

— Se lesionó, fue hace mucho, pero por alguna razón nunca más se la volvió a ver en cancha.

— ¿Como se llama?

— Emma, Emma Pérez.

— Okey...

— Escucha, ella está por llegar. Así que creo que mejor te espero afuera, ¿bien?

— Bien.

Y el colorado quedó solo en la habitación, jugueteando con sus dedos y repitiéndose a sí mismo que lo hacía porque sabía que podía.

— Hola. —escuchó una voz femenina—. Soy Emma Pérez, y vos sos, Valentín Barco, ¿no?

— Si...Sip.

— Genial. —sonrió, por alguna razón el ambiente no estaba tan tenso como el menor pensaba—. Te voy a hacer unas preguntas que tienen que ver con datos personales para hacer que el reporte quede archivado. Y después te voy a dar un documento para que firmes qué explica el hecho de que todo lo que me contas se queda conmigo.

Luego de firmar y responder a preguntas como; ¿Que edad tenes? ¿Cual es tu vocación y tu pasión? ¿Cómo está compuesto tu vínculo familiar?
Llegó la pregunta más incómoda:

— Yo sé que esto quiza no es lo mejor, pero tengo que preguntar, ¿por qué decidiste venir al psicólogo?

Y Barco se dejó caer en la silla, en una batalla mental sobre si contar todo, no contar nada, o contarlo muy por arriba.

— Hay varios problemas.

— Estoy acá para escucharte, apoyarte y ayudarte a sobrellevar todo eso.

—  Bueno... yo desde chico que adopté una obsesión por ser y tener todo perfecto, y cada vez que algo salía mal o no como yo quería me generaba unos disgustos tremendos... desde sentirme insuficiente en mi deporte a tal punto de salir llorando de los entrenamientos a dejar de comer. —las lágrimas amenazaron con salir—. Y mi familia siempre me apoyó y me trató de la mejor manera posible, les debo mi vida. Pero aun así, volví a recaer, y la única persona que lo sabe es la que me recomendó venir.

— Julián.

— Ajá. Yo solo quiero dejar de sufrir todos los días por como me veo o como soy, y por lo que escuché, esta es mejor opción a dejar de comer y aislarme.

— Eso lo tengo que reconocer, pero me pone muy contenta que hayas venido y aprecio que hayas adoptado la confianza para contarme lo que te pasa, se que no es fácil. Y eso ya es un gran paso. —la rubia anotaba en su cuaderno—. Me dijsite que solo lo sabe Juli, ¿no crees que el cuerpo técnico también tiene que saberlo?

— Si, también le quiero contar a mi novio, Agustín. Es solo que no encuentro una ocasión.

— No te preocupes, yo te voy a ayudar a encontrar ese momento y esa confianza. Ahora, ¿cómo es tu relación con Agustín?

— Es muy buena, de verdad me siento cómodo con el, igual, me da miedo decirle todo esto y ser una carga para él.

— Valen, no sos ninguna carga. Todos tenemos problemas y que vos estes buscando ayuda para reparar lo que está roto te convierte en alguien muy valiente.

por sobre todo lo malo | gialenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora