Voz y Aroma: IronStrange

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Decidí juntar estas dos indicaciones.

Advertencia: Menciones de tortura. Muerte implicita de personaje secundario.



Ocho meses.

Ocho meses de miedo, incertidumbre y desvelos, por no saber que le había pasado a su hechicero. Pero, por fortuna, hace apenas un par de días habían dado con el infame hombre que lo había secuestrado.

Era un hechicero renegado de una orden que no le importaba, que se encontraba experimentando con un hechizo para atrapar a otros magos y desafortunadamente Stephen fue el que cayó en la trampa. Solo que aún no lograba entender para que lo retuvo.

—Este es el último pasillo jefe— anunció su IA a través del comunicador, guiando a su creador a través de toda la base que tenía la estructura de una base de Hydra.

—Está bien, niña. ¿han encontrado algo ustedes? —preguntó Tony a sus compañeros, entrando en una de las habitaciones e inspeccionándola.

—Negativo— respondieron Steve, Rhodey, Sam y Romanoff al unísono — Iremos hacia ti, Tony— agrego el capitán ganándose murmullos afirmativos por parte de los otros.

Tony asintió al tiempo en que salía de la habitación y abriendo otra, dándose cuenta rápidamente que en aquellos cuartos tuvieron actividad reciente (en comparación del resto del edificio) si las cadenas, los instrumentos, el olor insoportable de desechos y el cuerpo indistinguible de lo que parecía una persona en la quinta habitación eran indicios de los horrores que ahí se vivieron.

No paso mucho tiempo cuando llegó a la penúltima habitación, aquella que VIERNES había mostrado una firma de calor. Soltando un suspiro tembloroso (rezando porque fuera su esposo) tomo el picaporte de la puerta y giro. Jadeando de horror y alertando a sus compañeros quienes le preguntaban alarmados que sucedía.

El ingeniero tragó la bilis que subía por su garganta ante la escena frente a él. Las lágrimas se acumularon en sus ojos y su Omega interior comenzó a inquietarse

Alfa.

Proteger.

La luz de la habitación era tenue, con el brillo lo suficiente para permitirle ver al ingeniero a Stephen, quien estaba en un rincón de la habitación, sobre un colchón raído y cubierto de desechos, completamente desnudo. El Alfa temblaba incontrolablemente, acurrucándose más sobre sí mismo y protegiendo su cabeza con sus brazos.

—Stephen— dijo Tony en voz bajita, tragándose una arcada cuando retiro la placa frontal del traje y el mal olor, mezclado junto con el aroma de sus feromonas a té negro asalto sus fosas nasales. El hechicero soltó un alarido de miedo al ver que esa enorme figura se acercaba. Pegándose lo mejor que podía a la pared, deseando poder fundirse en ella y desaparecer. La acción estrujo el corazón del ingeniero y alguna que otra lágrima rodó por sus mejillas. Tony con cuidado y lentamente para no asustarlo alzó su brazo, alcanzando el centro de su traje y tocándolo para que su armadura volviera a su compartimento. Una vez libre se arrodilló, tratando lo mejor que podía de no mostrarse intimidante. Haciendo uso de su voz propia de su naturaleza Omega, agregó— Vamos, Stephen, soy yo. Soy Tony. Soy tu revoltoso Omega.

Strange alzó la cabeza tratando de localizar la voz suave y llena de cariño que lo llamaba. Tony contuvo un sollozo cuando vio en esos hermosos ojos que tanto amaba vacío y dolor. Tony con cuidado extendió y abrió sus brazos.

—Vamos, amor. Vamos. Recuérdame— suplicó liberando sus feromonas que poco a poco atraían a su amado. Stephen gateaba acercándose más a la luz dándole una vista a Tony de lo pálido y enfermizo que estaba— Estoy aquí, estás a salvo, yo cuidare de ti, iremos a casa... Alfa.

Y por esa palabra, fue como si algo se rompiera dentro de su mente, llenando sus ojos de reconocimiento y esperanza. Stephen se lanzó hacia su amado esposo, aferrándose desesperadamente a su cuerpo y enterrando su rostro en su cuello, ahogándose en el rico aroma a café amargo proveniente de su Omega.

—Tony, Tony, Tony, Tony— susurraba con la voz ronca por el desuso y por el nudo en la garganta que le impedía respirar. A sus palabras le siguió el llanto, luego los gritos. Recordando todos los meses de tortura, soledad, hambre y sed.

El Omega lloró también ante el dolor de su Alfa. Sintiendo en su apretado abrazo los huesos de su esposo presionar dolorosamente contra su cuerpo. Estaba tan delgado, seguramente deshidratado y muerto de hambre.

—Estoy aquí, Stephen. Estoy aquí— repetía como un mantra al oído de su esposo meciéndolos a ambos modulando su propia voz en una reconfortante y llena de cariño.

Tardo un poco en darse cuenta de sus compañeros que llegaban y se quedaban paralizados en la puerta ante los gritos y llantos.

Omegacember 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora