Capítulo 1: Dónde todo empezó.

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El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.

1 Corintios 13:4-5

—¿Cuestionando la Biblia, bombón? —preguntó Wallace entrando a la habitación de su hermana pequeña.

Alice que estaba tan centrada en las palabras reflejadas en aquel versículo se asustó dejando el libro caer al suelo.

—¡Por amor a Cristo, Wallace Johnson! —exclamó Alice limpiando la Biblia. —No vuelvas a hacer algo así. Dudo que un hombre que mate a su hermana de un susto tenga derecho a entrar en el Paraíso.

Wallace sonrió con condescendencia mirando a su hermana. Alice tenía la piel como el chocolate, los cabellos largos oscuros y sus ojos eran de un color miel. Era muy parecida a él y al mismo tiempo tan distinta.

El joven entró en la habitación y dejó un beso en la frente de su hermana.

—¿Estás todavía segura de que ese Paraíso existe? —cuestionó Wallace arqueando la ceja viendo como su hermana le daba la espalda.

—Jamás cuestionaría la palabra de Dios, pues Él es el camino, la verdad y la justicia. —respondió con firmeza.

—¡Estás cuestionando al Creador, lo sabía! —afirmó Wallace riendo y Alice se giró bruscamente para verlo. —Siempre lo has hecho, desde que eras una niña y ahora que ya eres casi una mujer…

—¡Soy una mujer! —corrigió Alice y Wallace de disculpó con un gesto. Es cierto, la niña de la familia Johnson había regresado al seno de su familia, después de años viviendo fuera del país, hecha una mujer, una bellísima mujer.

—Tienes razón, ya eres toda una mujer y el mayor orgullo de esta familia. —afirmó Wallace abrazándola. —Me hace feliz tenerte en casa otra vez. Sé que eras feliz en Johannesburgo viviendo con la tía Mary para ayudarla en el centro de acogida, pero también te necesitábamos aquí. Además  hacía falta una mujer en esta casa para darle un toque especial y también alguien que escriba los sermones de nuestro querido padre, el reverendo.

Los dos soltaron una carcajada mirando todas las hojas que la chica había escrito.

—Con los sermones que escribe papá es imposible no escuchar ronquidos por toda la iglesia. —agregó Alice sonriendo, luego su semblante pasó a una profunda preocupación. —También regresé porque sé que necesitas ayuda en el centro. Papá me ha estado contando un poco sobre cómo estás intentando salvar a los niños de esa maldita organización criminal.

—¡Esa boca Alice Bianca Johnson! —la regañó Wallace. —Sabes que papá no soporta que maldigas en casa.

—Pero es lo que son Wallace. Esa organización criminal es una maldición sobre este país. Sus soldados van por las calles causando terror y destruyendo todo lo que encuentran a su paso. —declaró Alice con vehemencia. —Lo que más me preocupa es saber que mi hermano se está enfrentando a esa gente solo.

Wallace agachó la cabeza, pues entendía su preocupación, pero él estaba decidido a salvar a los chicos jóvenes que esa organización reclutaba como soldados.

—Son un cáncer, Alice, y necesito extirparlo de nuestra ciudad…

—¡Su ciudad! —replicó Alice. —Recuerda que ellos llegaron primero y consideran Griffin como su territorio. Para esa gente nosotros somos los invasores. —suspiró con cansancio llevando la mano a la cabeza y continuó. —Deberías dejar eso en manos de las autoridades. Tengo miedo por ti, hermano.

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