1. "La secretaria de Don Mafia" (1/3)

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"Conociéndote"

Trabajar en la Asociación del Fútbol Argentino era algo que formaba parte del orden de lo impensado, lo inesperado y hasta lo imposible. Como esas aventuras que surgen de la nada y parecen sacadas de un sueño. Siempre me gustó el fútbol, quizás no lo vivía como una pasión desbordante pero solía ser aquello que me conectaba con mi papá. Claro, antes de que él decidiera que jugar a la "casita" conmigo y mamá ya no era de su interés, dejándome al abrigo de otros productos de consumo más ligados a mi edad y por qué no, a mi género. Supongo que aquello fue lo que me alejó de ese mundo en el que hoy vuelvo a ingresar desde un nuevo rol.

Más allá de mis vaivenes con el mundo fútbol, mi papá ausente y el desquicio de una vida carente de rumbo, intuyo que soy una persona como todo el mundo. He aquí que las búsquedas laborales han consumido gran parte de mi tiempo mientras trato de encontrar una manera de hacer realidad mi "sueño porteño". Eso que me motivó a venirme desde Santa Fe para dar con un milagro que me llevé frente a la realización de mis más profundos anhelos.

Crecí con la idea de dedicarme a la música, de hacer del arte mi camino. Por lo tanto, para una chica pobre, triste y deprimida como quien les habla, venir hasta Buenos Aires era la mejor alternativa para escapar de esos demonios que no dejaban de atormentarme. Obviamente, no salió como esperaba pero aun así, pude rescatar algo entre tanto quilombo y no es nada de lo que tenga que quejarme. Un amor que me permitió acceder a la versión más auténtica de mí misma, alguien que me vio brillar cuando sentía que carecía de algo especial. Es irónico decirlo ahora pero esa es la realidad... Ese jugador de fútbol idolatrado por mi papá, que años más tarde se convirtió en el hombre que amo, no es nada más ni nada menos que Pablo César Aimar.

...

Las mañanas siempre son ese momento del día donde me replanteo el rumbo de mi existencia. Más todavía después de haber dormido poco y nada por haber dejado que los nervios y la ansiedad me consumieran. Tantos meses de pura precarización laboral me hacían creer que eternamente iba a ser arrastrada a trabajos horribles donde no sólo me pagaban poco sino que además, tenía que enfrentar con una sonrisa a los millones de boludos que a diario no hacían más que molestar con preguntas tontas y se creían con el derecho a tratarme mal sólo por tener que brindarles mi atención.

Hoy era uno de esos días donde mis emociones estaban a flor de piel, cansada de seguir dando vueltas en círculos, repitiendo rutinas sin hacer más que escribir y escribir datos sin ningún sentido para mí pero de vital importancia para mi empleador. Sentía que me estaba quedando ciega al tener que formular las mismas preguntas una y otra vez y detallar las mismas instrucciones de forma indefinida aún cuando todos los pacientes estaban al tanto del protocolo.

A punto de explotar, la hora de descanso me permitía ahogarme más en la miseria al descubrir que había sido rechazada en otro de los tantos castings en los que había audicionado. Pero, lejos de la decepción, era bronca lo que sentía, replanteándome si de verdad tenía algún tipo de talento teniendo en cuenta que mis estudios en economía y administración no daban con el "perfil" buscado. Sin embargo, seguía adelante, para demostrarme a mí misma que no necesitaba que nadie me dijera que no servía para algo, que si lo seguía intentando algún día iba a tener la oportunidad, aunque ya no estaba tan segura.

En la contemplación de mis fracasos, me llamó la atención una llamada perdida de un número desconocido que trató de contactarme más de una vez. En ese mismo instante, el teléfono volvió a sonar bajo ese sospechoso mensaje de "número privado". Decidí contestar por puro reflejo, total no tenía nada que perder y me creía lo suficientemente inteligente como para no caer en estafas.

Mi sorpresa fue tan grande que tuve que ir a sentarme para ver si así podía entender qué era lo que estaba pasando. La llamada de "Rubén...", Gerente de Recursos Humanos de AFA trajo de nuevo el recuerdo de una noche donde, en pleno estado de ebriedad y por ende, ausente de mis facultades mentales, decidí crear una cuenta de LinkedIn y anotarme en cuanta oferta laboral hubiera disponible.

Redamancia O.S de Pablo Aimar ☆☆☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora