4. "Novia escondida" (1/1)

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"La lencería sólo trae discordia"

El día del partido contra Uruguay llegó y todo el mundo estaba eufórico. La Scaloneta generaba eso en la gente. Todo el mundo se compenetraba bajo la sensación de euforia colectiva ante la posibilidad de compartir un partido más con sus ídolos. Esos que se volvieron héroes nacionales para los más de 40 millones de argentinos después de todo lo conseguido en Qatar, con el mágico broche de oro del 18 de Diciembre.

Por aquel entonces, Pablo y yo apenas llevábamos un par de meses saliendo. Nos conocimos en la tarde lluviosa de un día random después de que él casi me atropellara por doblar mal en una esquina. Llevaba pocos días en la ciudad y me costaba adaptarme, mucho más salir a hacer trámites sin conocer la dirección de las calles y sin tener nada más que mi teléfono para orientarme.

Por obvias razones, salir en bicicleta no era una buena idea para adentrarme en el martirio de las calles porteñas. En dicho momento, poco sabía de ese hombre que en lugar de preguntarme si estaba bien lo primero que hizo fue putearme por mi imprudencia. Si sabía que estaba ante un campeón del Mundo pero los nervios o la bronca me impidieron cholulear, molestándome con su actitud después de que el paranoico pensara que lo estaba siguiendo.

Ese "accidente" terminó como nunca me lo hubiera imaginado. Un ataque de llanto y medio después, lo tenía a él invitándome un café y disculpándose por su arranque de rabia mientras me consolaba. Lo que más recuerdo de ese día fue sentirme cautivada por su manera de hablar, al elegir las palabras adecuadas para una situación nada normal con la tranquilidad de esa voz que nunca me cansaría de escuchar.

Lo que pasó después se funde en mi mente en una nebulosa de encuentros "casuales" donde él se volvió un personaje habitual en el bar que me había contratado a los pocos días de nuestro encuentro. No fue una conexión instantánea sino algo que se fue gestando con el correr del tiempo, volviéndose mucho más poderoso. Decidimos darnos la oportunidad de vivir lo que teníamos sin la presión de las etiquetas y las formalidades.

Un "amor de verano" donde ninguno sentía la necesidad de demostrarle nada a nadie. Mis amigos me veían feliz, así me sentía yo también y con eso alcanzaba. Pablo me demostraba siempre que, más allá de vivir lo nuestro "a escondidas", lo que teníamos no era una simple calentura momentánea sino que ambos buscábamos una compañía incondicional, un confidente para estos tiempos turbulentos donde toda seguridad pende de un hilo. Alguien con quien reír o llorar en situaciones donde buscábamos refugiarnos en la contención que el otro podría bridarnos.

A pesar de que él ni siquiera me tuviera agendada para no "levantar sospechas", me arriesgué sabiendo que tampoco era fácil jugarla de moderno después de un divorcio y tantos pibes. Yo no buscaba nada de público, no pretendía que me anunciara públicamente como "su novia" sino que me alcanzaba con ser la primera persona a la que llamaba cuando tenía un problema, la misma que recibía las buenas noticias y a la que se le llenaba el pecho de orgullo por verlo feliz en el mundo que ama.

Todavía nos costaba desenvolvernos como una pareja "normal" cuando estábamos rodeados de amigos. Seguía sin creer que él se juntara a comer con tantos ídolos futboleros y hablara con ellos como cualquier hijo de vecino. Me costaba adaptarme a su realidad tan llena de historia, de migajas de magia de aquellas épocas doradas; mientras que a él lo inhibían mis amigos nocturnos, esos que le hacían chistes subidos de tono y no le dejaban más opción que refugiarse en mis brazos, rogando porque lo defienda con mi sarcasmo.

Nuestro lenguaje era el contacto físico. Sus caricias siempre me dejaban la piel ardiendo, soñando con que nunca se cansara de estar conmigo. Su mirada me transportaba a un lugar de serenidad que adopté como refugio en los días donde el pesimismo atacaba con más fuerza.

Redamancia O.S de Pablo Aimar ☆☆☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora