Capítulo 4

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Viuda. Eso era otra historia muy diferente.

—Pero si eres muy joven —comentó ella mientras su cerebro empezaba a hacer planes que su cuerpo aprobaba plenamente.

—Tengo treinta años.

—No los aparentas.

—Siempre aparenté ser más joven de lo que soy —dijo ella.

—¿Qué le pasó a tu marido?

—Murió en un accidente. Hace cinco años.

—¿Un accidente de tráfico?

—No. Se cayó desde el tejado de casa.

—Cielos. Debió de ser muy duro para ti.

—Pues sí —respondió ella secamente.

—¿Tienes más niños?

—No, sólo a Ella. Tiene nueve años.

¡Nueve! Debió de casarse muy joven. O eso, o se quedó embarazada antes de la boda.
No, Lisa no creía que eso le pudiera pasar a aquella mujer. Jennie Kim no parecía el tipo de mujer que se quedara embarazada sin planearlo.

—¿No puedes buscar a alguien que cuide de ella mañana por la mañana?

—No.

Mmm... no había novio a la vista, entonces.

Sintió la tentación de decirle que se trajera a la niña, pero decidió que eso sería ir demasiado rápido. Lisa comprendía que aquel no era el mejor modo de actuar con aquella mujer. Jennie era lo que ella y sus compañeros del ejército hubieran llamado «una princesa de hielo». En aquellos tiempos, todos evitaban a las princesas de hielo, pues no tenían ni el tiempo ni el dinero suficientes para derretir sus corazones.

Pero si quería conocer mejor a aquella limpiadora, y su cuerpo le pedía a gritos que lo hiciera, Lisa tendría que ser paciente y sutil.

—Ok —dijo, encogiéndose de hombros— Dime qué más te queda por hacer. Ya he visto que la cocina, no es una de esas tareas. Acabo de pasar por allí y relucía.

El cumplido sorprendió a Jennie. Eso sí era un cambio en sus modales. ¿Dónde había ido a parar la gruñona que respondió al teléfono? Acabar el libro había supuesto un cambio a mejor en su personalidad, y Jennie la comprendió, pues ella también sentía una oleada de satisfacción cuando acababa un trabajo.

Como limpiar su cocina... ¡era una cocina fantástica! La encimera era de mármol claro, los muebles de madera y los electrodomésticos, de acero inoxidable. Había sido un placer limpiarla, como el resto de la casa. Pero aún no había acabado...

—Tengo que planchar las toallas y guardarlas —dijo— Y aún tengo que fregar el suelo.

— Ah, el suelo. ¿Qué te parece si dejas eso y te dedicas a mi estudio?

Jennie bajó la mirada. El suelo necesitaba un buen fregado, y no se sentiría bien si se marchaba sin hacerlo. Pero tampoco quería volver al día siguiente. Había algo en Lisa Manobal que la inquietaba, y no sabía qué podía ser.

—Si me doy prisa, tal vez pueda hacerlo todo —dijo— Sólo es la una y diez.

Lisa se quedó mirándola incrédula cuando Jennie empezó a trabajar a un ritmo desenfrenado. Aquella chica tenía que ser la limpiadora más rápida del mundo. A las dos menos diez, los suelos brillaban de limpios y ella corría en dirección a su estudio con la aspiradora en una mano y el plumero en la otra.

No había tenido oportunidad de hablar con ella. Trabajo, trabajo y más trabajo. Sus opciones de invitarla a cenar con ella eran cada vez menores, y además de eso, Lisa no estaba segura de que Jennie fuera a aceptar. No la había visto mirarla con interés ni una sola vez, lo cual era muy poco habitual, pues la gente solía encontrarla atractiva.

Tal vez tuviera novio, o no le gustaran las mujeres...
Lisa sacudió la cabeza y se preparó un café. Iba a salir a tomárselo a la terraza cuando la vio aparecer en la puerta de la cocina con una extraña mirada en el rostro.

—¿Sí? —dijo ella.

—¿Eres Pranpriya Bruschweiler?

—Ese es mi pseudónimo, sí.

—¡Oh, Dios mío!

Lisa no supo por su expresión si era una fan o todo lo contrario. En cualquier caso, por fin había despertado su interés.

—¿Has leído alguno de mis libros? —preguntó.

—Todos.

—¿Y qué te parecen?

—Me encantan.

Muy bien. Estaba claro que Pranpriya Bruschweiler era su tipo. O tal vez fuera Hal el que había puesto ese brillo en sus preciosos ojos marrones.

Princesa de Hielo | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora